Uso y abuso de Cervantes

Cervantes debe de estar revolviéndose en su tumba, al ver que al Quijote se le hace decir palabras que él nunca escribió

E N los últimos tiempos viene siendo común que en las redes se compartan frases relevantes y contundentes, atribuidas a autores de reconocida talla intelectual o cierta fama, que -¡oh, sorprendente casualidad!-, sean de la época que sean, vienen que ni pintadas para defender o atacar posturas propias o ajenas sobre temas de candente actualidad. Circulan, así, sin pudor alguno, presuntos textos de García Márquez, comentarios de Benedetti o afirmaciones de Einstein y, sobre todo, parrafadas de todo tipo y condición que se ponen en boca de El Quijote, falseando al mismo tiempo la dignidad del personaje y la altura literaria de su autor. Pareciera que, con el solo hecho de entrecomillarlas y ponerlas sobre un bonito fondo azul turquesa, estas frases se convirtieran en verdad absoluta. Con ese convencimiento y vehemencia, al parecer, se comparten y se vuelven a compartir. En particular, Cervantes debe de estar revolviéndose en su tumba, al ver que al ingenioso hidalgo se le hace pronunciar palabras que él nunca escribió y que no se usaban en su época o expresar opiniones inapropiadas para su tiempo y personalidad. Para mayor afrenta, no es raro que en estos discursos manipulados estén mal puestos los puntos y las comas: mal endémico de nuestro tiempo, que no del Siglo de Oro, que por sí solo evidencia el engaño a una legua de distancia. Todo esto tiene algo de evangélico, pero hay que hacérselo mirar. La necesidad de tener que apoyar las ideas propias sobre pensadores o ideólogos del pasado, sacándolos frecuentemente de su contexto histórico, debería llamarnos a la reflexión y hacernos pensar sobre la debilidad de nuestros propios argumentos y sobre la falta de sentido crítico con que abordamos los de los demás. La facilidad con que se endosan textos falsos a autores tan relevantes como el propio Cervantes no es un problema menor y pone de relieve la falta de conocimientos humanísticos existente entre nosotros y la pereza mental que caracteriza a una sociedad que, teniendo internet a un golpe de teclado, ni siquiera se molesta en comprobar la veracidad de lo que comparte. Ya sé que a todos en la infancia nos dijeron que teníamos que "compartir", pero hacerlo compulsivamente, sin atender al qué o al cómo, convirtiéndonos en agentes activos de la manipulación y el falseamiento, no creo que estuviera en el ánimo de los que nos educaron y, desde luego, no resulta nada edificante en estos tiempos de desinformación en los que vivimos. Por eso, quizás, en lugar de malgastar nuestro tiempo en compartir frases alteradas o inventadas, nos aprovecharía más releer al Cervantes verdadero, que no sé si nos apoyará más o menos en nuestras convicciones, pero seguro que nos enseña muchas cosas ciertas sobre la humanidad y los humanos.

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