¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Trolas del 28-F

Los mismos que se mofaban de los mitos españoles se lanzaron a crear una identidad andaluza tan falsa como forzada

Llegando el 28-F a los escolares los someten a eso que llaman un "desayuno andaluz". Consiste tal cosa en un bollo de pan con aceite de oliva y algún jugo de piña o naranja para desatascar; una falacia que debe ser muy beneficiosa para la industria aceitera y la cháchara política, pero que poco tiene que ver con la realidad histórica. Antaño, el zumo de aceituna, como ya hemos comentado en alguna ocasión, era un producto principalmente dedicado a la exportación (tanto para la alimentación como para combustible de lámparas o lubricante), caro y que sólo consumían con cierta generosidad las clases acomodadas en las comarcas netamente olivareras. Nadie duda de que el pan con aceite es sano y rico, pero los desayunos andaluces, cuando los había, más tenían que ver con la manteca del cerdo y otros alimentos ricos en colesterol que con el maravilloso oro verde mediterráneo.

Esto del desayuno andaluz, evidentemente, es una anécdota sin importancia. Además, está bien que a los niños se les enseñe a tener una alimentación saludable que vaya más allá de toda esa panoplia de subproductos altamente azucarados y coloreados que les ofrecen en los lineales de los supermercados. Pero también es un ejemplo más del continuo esfuerzo que la Junta lleva décadas haciendo para construir una identidad que nos distinga del resto de las comunidades autónomas españolas, como si Andalucía no tuviese una personalidad absolutamente definida que cualquier foráneo puede comprobar al cruzar Despeñaperros (y viceversa). Los mismos que se mofaban de los mitos nacionales de España (Covadonga, el Cid, Agustina de Aragón…), a partir de la Transición se lanzaron a la construcción de un relato precario, una salsa mal ligada en la que se intentaba dar un sentido nacional a cosas tan dispersas como Tartessos, el Califato Omeya, las luchas jornaleras o el complot de Tablada. Por supuesto, no faltó un padre de la patria en el que nadie cree, Blas Infante, y un himno que no resiste el más mínimo análisis histórico: "La bandera blanca y verde vuelve tras siglos de guerra" (¿de dónde viene?, ¿qué guerra centenaria es esa? ); "Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos" (¿neandertales, fenicios, romanos, visigodos, moros...?).

Sin embargo, el himno de Andalucía tiene un momento sublime que lo redime de tanta mistificación patriotera: cuando pide que los esfuerzos de los ciudadanos sean por "una Andalucía libre, España y la humanidad". Sólo por esa triple vocación merece la pena que exista nuestra autonomía y uno se siente orgulloso de pertenecer a ella. Todo lo demás nos resulta tan forzado como falso.

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