Vivimos una época en la que darse una vuelta por el patio de las redes sociales, escuchar algún informativo o leer un periódico mueven a la desazón y nos hacen dudar de si es cierto que la humanidad avanza y evoluciona. En estos tiempos de posverdad y falsas solidaridades a uno se le cae el alma a los pies al comprobar hasta dónde puede llegar la estulticia del ser humano.

En los últimos meses tengo la costumbre de apuntar las majaderías soberanas que veo, escucho o leo para que no se me olviden y tenerlas bien presentes. He de reconocer que me empieza a faltar papel para escribirlas todas y que lo que al principio me provocaba una justa indignación ha tornado en sonoro cachondeo. Carne de monólogo acerado. Unos ejemplos pueden venir bien, sin ánimo de ofender, quede claro, que el personal se pone muy susceptible con estas cosas.

Pongamos el caso de Oleguer Pujol, quien comparó a su molt honorable padre con el Dalai Lama por aquello de la persecución que dice que sufren ambos. No sé yo qué pensarán en el Tíbet de semejante símil ni qué harían con los perseguidos millones del clan en esos montes perdidos. El coordinador de IU, Alberto Garzón, también tiene su punto cuando ante la medalla que le dio el Ayuntamiento de Cádiz a una Virgen dijo no tener nada que decir en lo referente a seres inanimados (¿¿??). (Y eso que él va al Congreso todos los días). Tampoco está nada mal el formulario de matrícula escolar de la Junta, que me ha arrancado mi condición de padre y me ha transformado en guardador de mis hijos, algo que me lleva a plantearme por la noche si debo mandarlos a la cama o meterlos en un cajón. En mis favoritos están los que rechazaban las donaciones de Amancio Ortega a la sanidad pública ya que supongo que para impedirlas no pisarán el imperio Inditex aunque tengan familiares víctimas de la lacra cancerígena. De los expropiadores de la Mezquita de Córdoba alabo su memoria para recordar que fue un visigodo el que firmó su escritura de propiedad hace casi 800 años en favor del pueblo cordobés. Y reconozco que me desmontero ante la sesuda petición de la CUP para expropiar la catedral de Barcelona y convertirla en un economato y una escuela de música. La idea es, sencillamente y con perdón, cojonuda porque cuando empiecen las clases en invierno a ver quien es capaz de tapar los agujeros de la flauta con el frío que debe hacer allí dentro.

La lista de chorradas, majaderías, trocherías, pegos o carajotadas es cada día mayor y refleja el lamentable derrotero que han tomado algunos en esta sociedad que nos toca padecer. Las redes sociales están pasando de ser un elemento de comunicación e interconexión masiva a una especie de reunión de frikis, iluminados y ocurrentes individuos. Un patio en el que además no impera ni mucho menos el respeto y la educación y en el que los intelectuales de las ocurrencias defienden lo suyo atacando sin piedad a los amantes del sentido común. Claro que empieza uno a preguntarse si no será uno el majadero al sorprenderse de estas cosas. Debe ser eso.

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