Noviembre siempre se abre a nuestra vida con ese mensaje lleno de alegría, en la tradición de una festividad que nos hace mirar al infinito de nuestras creencias de fe y vislumbrar el reconocimiento a quienes en premio a una vida ejemplar, hoy en el santoral la Iglesia Católica los incluyó en la lista de los proclamados santos. Pero de manera más justa y generosa esa lista de gloria se extiende a todos aquellos olvidados, desconocidos, sacrificados, que en su existencia merecieron llegar al título de la santidad, sin que este se pronunciara de forma pública. Fiesta de Todos los Santos, de esa legión eterna de los que ya caminan por la senda de un premio eterno. Cuando las sombras de la noche lleguen, una triste campana comenzará su cansino canto que une el gran día de la luz, con la soledad de esa otra celebración que nos lleva a recordar a los fieles difuntos.

Jornada de recuerdos este día para los que se fueron para siempre. Para los que nos legaron el premio de la vida y con su ejemplo ayudarnos a caminar por la senda de nuestra propia existencia.

Se preguntaba el teatro clásico, en una de sus mas grandiosas obras literarias, si la vida sería un frenesí de gozo, o si el paso de los años nos presentaba una ficción de sentimientos, alegrías y pesares. Eran versos eternos que finalmente terminaban con la definición mas bella de ser todo un sueño.

Un sueño que nuestro corazón, a golpes de latidos, nos hacen ver que debemos convertirlo en realidad para ayudar a los demás, para que la solidaridad sea un mandamiento de vida, para que nuestra ejemplaridad, si podemos alcanzarla, sea como fina lluvia que cubre a quienes nos rodean.

No podemos mirar a la muerte como un pozo oscuro donde todo se acaba. En el espíritu que alimenta nuestra alma de creyentes, la muerte física no es el final. Hay un camino que se abre lleno de esperanzas a otra vida prometida; a un espacio difícil de comprender con nuestros razonamientos humanos, que nos depara el conocimiento de un tiempo distinto: la eternidad.

Con sencillez, sin rebuscamientos ni dudas unamos estas dos fechas de noviembre en una sola. La santidad y el paso de esta vida a otra, forman un puente que nos da fuerza para seguir y permanecer con unas ansias de paz y de bien que vayan llenando nuestros días terrenos.

Quizás, esta fecha del llamado Día de los Difuntos, nos llame a una meditación, corta pero sincera, que se salga del bullicio de unas horas, tantas veces perdidas, para centrarse en una la auténtica verdad de que el ser humano, polvo es y en su final, en polvo se ha de convertir.

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