Triste ausencia

La ausencia del amigo deja una larga estela de recuerdos llenos de trabajos en favor de la cultura artística de Huelva

Vino a morir a su tierra. Triste ausencia la que hemos sentido casi terminando el verano. La despedida para siempre de un amigo causa un dolor que no puede expresarse con palabras. Aunque la muerte le rondaba y el sufrimiento se hacía visible, nunca pensábamos que sería aquí, a la orilla de un océano, que se nos mostraba como un aviso de eternidad, donde en el ambiente familiar del afecto nos viéramos por última vez.

Después de largos meses de enfermedad, se nos fue Manolo Marín. La ausencia del amigo deja una larga estela de recuerdos llenos de trabajos en favor de la cultura artística de Huelva. Una larga etapa llena del genio y de la creatividad de un hombre, un artista, al que siempre consideré como un espíritu renacentista en pleno siglo XX. Manolo vivía para el arte en sus múltiples facetas y en todas ellas triunfó. A su gigantesca labor creadora, imprimió un sentido de novedad, adelantándose a su época, presentado obras que admiraron a muchas figuras de primera línea de carácter nacional. Su preparación formativa estaba avalada por seria base religiosa, nacida en el seno familiar, en su educación colegial en los Maristas, su desarrollo profesional como abogado y su espíritu artístico que comenzado en nuestra ciudad, pronto voló a infinidad de lugares donde iba dejando una impronta llena de admiración y siempre de significación onubense. Su etapa en Huelva marcó éxitos inolvidables que pasaron a la historia, tanto en la capital como en la provincia, culminando en Madrid, creando espectáculos que daban raíces y sentimientos de amor a su tierra que siguen perdurando después de más de medio siglo. Su nombre y recuerdo quedan ya unidos de manera indisoluble a todo eso que forma parte de un espíritu nuestro, andaluz y sobre todo onubense. Quienes fuimos testigos de tantos actos, organizaciones, celebraciones y en suma vida cultural de Huelva, colaborando en el desarrollo de su proyección, hoy notamos un dolor que nos embarga el sentimiento y nos produce honda tristeza Manuel Marín Delgado, es una pieza clave en el pasado onubense, en compañía de su mujer, Mari Paz que no solo fue brazo derecho en su labor, sino inspiradora, compañera y creadora de la obra artística que Manolo tuvo en su vida. Una gran mujer, llena de valía y ejemplar esposa. Podría escribir todo un libro sobre la realidad creadora y singular de este gran amigo, pero ella queda perenne bajo el cielo de Huelva a la que tanto quiso. Vino a morir a su tierra, en septiembre, en plena novena a la Virgen de la Cinta, cuando el verano se iba y en su casa, junto a la orilla de la playa, quedaban para siempre sus últimos suspiros. Descansa en paz, buen amigo.

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