La otra orilla

Todavía la clase obrera

Es necesario situar a la persona en el centro de la vida política y económica

Ayer volvimos a celebrar el 1º de mayo. En todas las calles de las capitales españolas la gente salió a la calle a reivindicar con fuerza el derecho a un trabajo digno, a un trabajo para la vida. El sistema configura una sociedad donde el trabajo es un instrumento al servicio del capital por encima de la persona. La deshumanización del trabajo sitúa a la persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión social.

Nuestro actual sistema económico se apoya en un mercado laboral caracterizado por los elevados índices de desempleo (más de 3,7 millones de parados según la última EPA) y de la temporalidad, la pobreza de muchos trabajadores, la precariedad de las redes de protección social (especialmente en lo que se refiere a las coberturas por desempleo y la cuantía de las pensiones), los bajos salarios, el incremento de la inseguridad laboral (cada vez hay más muertes en el trabajo y más accidentes laborales), la reducida representación y participación sindical, y las dificultades para conciliar vida laboral y familiar.

Ante esta realidad de desigualdad y exclusión que afecta a millones de trabajadores y trabajadoras, se hace necesario recordar que la política económica debe estar al servicio del bien común. La clase obrera todavía existe y demanda un empleo digno y estable, que contribuya al desarrollo de la persona y de la sociedad, que propicie un proyecto de vida en el que sea posible el cultivo de las capacidades del ser humano, un empleo que nos facilite el encuentro con los otros y nos aporte autoestima y reconocimiento social, un empleo al servicio de la persona y no al servicio del capital.

Se hace, todavía, necesario situar a la persona en el centro de la vida política y económica, proteger el derecho a un trabajo decente, que haya igualdad de oportunidades para todos los hombres y, en especial para todas las mujeres, reconocer social y jurídicamente el trabajo reproductivo y el trabajo de cuidados, afirmar la seguridad y la salud laboral, que sea real la conciliación de la vida laboral y familiar, el acceso a una sanidad, vivienda y educación dignas. En definitiva, construir la sociedad desde el bien común. Todavía la clase obrera, todavía las reivindicaciones que ayuden a una vida digna, todavía un trabajo decente para una sociedad decente, todavía la solidaridad y la justicia social, todavía la lucha, todavía la esperanza de otro mundo posible.

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