E N los frecuentes debates sobre la crítica situación política y social en España, que tantas oportunidades está proporcionando a los analistas a emitir juicios y opiniones, una de las propuestas más recurrentes se centra en la necesidad de diálogo, en que las partes tienen que sentarse y hablar sobre lo que se pretende y sobre las condiciones requeridas para ello. Hay que hablar, se repite una y otra vez en la búsqueda de un final para esta contienda. Hablar.

He recordado a Hablar, la película de 2015 dirigida por Joaquín Oristrell, donde se presentan 20 historias en las que sus protagonistas hablan de su vida, sus miedos y sus ilusiones. Personas que viven situaciones diferentes, en diversos contextos y cuentan su realidad siguiendo la máxima de "Si nos cierran la boca, no existimos". Y digo yo ¿No se estará sobrestimando el hablar?

En general, mientras los profesores hablan a sus alumnos, éstos piensan si ese contenido será importante como para que se lo pregunten en el examen. Si es el alumno el que le habla a su profesora, ella puede pensar sobre la finalidad última de lo que le cuenta. El padre le da razones suficientes al hijo para que vuelva a casa pronto, mientras éste va pensando cómo lo convencerá para que el regreso sea algo más tarde. Cuántas veces mientras se habla, el oyente se dedica a pensar en la respuesta que dará y no en el mensaje. Los niños, en general, hablan y hablan y hablan, sin feed back, sin interés por cómo se recibe su perorata. Los adultos, que son como niños, hablan y hablan incluso a sabiendas de que no cuentan con un auditorio interesado. Es más, existen estudios que aseguran que, ya sea por un exceso de estímulos, la mayoría de las personas en los primeros 30 segundos, ya tienen una idea formada sobre la persona que le habla.

Y llegados a este punto, es inevitable que surja la duda acerca de la utilidad del hablar, porque hablar solamente es útil si hay alguien que escucha. De modo que, tal y como están las cosas en España ¿Y si se dedicasen, unos y otros, a escucharse? ¿Sería posible analizar el conflicto catalán de otra manera? Si se escuchase de una forma activa ¿No se comprenderían algunas maniobras que parecen desproporcionadas? ¿No sería útil, conociendo las medidas judiciales o reivindicativas, escuchar las razones de su origen?

En España se habla demasiado y se escucha poco. Ha pasado el tiempo de hablar. Imposible negociar o consensuar, si sólo se habla. Ha llegado el momento de escuchar.

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