La otra orilla

víctor rodríguez

La Tierra es plana

Si hace unos años hubiera dicho que la Tierra era plana, aquí, en un diario de información, perteneciente a un grupo de comunicación con larga trayectoria, seguramente vd., querido lector, hubiera dejado inmediatamente de leer lo siguiente y dudaría de la seriedad y control de la redacción. Hoy, sin embargo, quienes afirman que la Tierra es plana, reciben peticiones de entrevistas, se graban documentales sobre su trayectoria (como el recientemente publicado en Netflix) y tienen el reconocimiento de la ciencia, que se dedica a rebatir sus argumentos.

Lo más relevante de este movimiento no es tanto el tema, sino la notoriedad alcanzada. Da igual que su argumentario sea de chiste, eso es lo de menos. Partiendo de la premisa de que cualquier cosa publicada puede ser verdadera, la democratización de las redes sociales y de las fuentes de información han hecho el resto. Antes, este movimiento tierraplanista se habría quedado limitado a cualquier Condado del Estado de Washington, hoy se pueden encontrar vídeos en internet con un millón y medio de visualizaciones. Alrededor de este tema, como de muchos otros, se van añadiendo personas con serios problemas de adaptación social, seres irrelevantes en un mundo que prima, sobre cualquier otra cosa, la notoriedad y la fama.

Extrapolado a cualquier otro asunto, el panorama no mejora. Los estados de opinión pasan a ser estados emocionales, la pluralidad informativa cada vez queda más arrinconada frente a los canales de comunicación que se dedican a reforzar nuestras creencias y surtirnos de munición contra quienes piensan distinto.

La planicie de la Tierra es lo de menos, hay otros focos similares mucho más inquietantes: como el movimiento antivacunas, que está provocando rebrotes de enfermedades prácticamente extinguidas, los bulos que llenan nuestros teléfonos de mensajes sobre el alto número de subsidios que falsamente cobran los inmigrantes, las razones ficticias que hicieron que los ingleses votaran a favor de la salida de la Unión Europea, o el omnipresente asunto del nacionalismo periférico en España, con su supremacismo y agravio permanente. Todos están causando daño, generando odio y llevándonos al relativismo y al nihilismo. No, no todo vale, no todo tiene el mismo valor. Caminamos hacia la ignorancia colectiva justificada de libertad individual; el caldo de cultivo perfecto para la manipulación.

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