En estos días cumplirá cincuenta años la que muchos consideran la mejor canción de John Lennon y tal vez de todos los tiempos, Imagine. Su cadencia melodiosa y la sencillez de una letra subversiva, que diseña una utopía seductora e imposible, como lo son casi todas las utopías, ha conquistado el favor de millones de personas. Fue adoptado por los jóvenes de los setenta como un himno por la paz, conseguida en un mundo sin países, sin propiedad, sin religión, sin paraíso ni infierno, en el que las gentes vivirían el presente libres y en hermandad. "Puedes decir que soy un soñador, pero no soy el único". La historia nos enseña los riesgos que conlleva este tipo de ideología cuando se aplica a una raza, la humana, que no sabe prescindir de sus prejuicios y sus contradicciones. El mismo Lennon, con su tormentosa vida y su trágico asesinato cuando solo tenía cuarenta años, es ejemplo palmario de la difícil sintonía entre las ideas y la praxis.

Particularmente lo que me resulta más atractivo de la canción es su propio título, "Imagina": una invitación a usar la imaginación, esa facultad del alma que nos capacita para salir de la rutina dominante, abandonar caminos trillados, crear ideas nuevas y forjar proyectos para el futuro. La imaginación es un antídoto contra el inmovilismo, contra la postura cómoda, propia de mentes perezosas, para las que el summum de la perfección es que todo siga igual; una actitud que niega el progreso o que solo tolera aquellos avances que facilitan el material para los de la propia tribu. En la parábola de los talentos del Evangelio el siervo cobarde o acomodaticio que enterró su talento (lo que hoy serían cerca de 400.000 dólares) fue duramente censurado por su señor; está claro que para Jesús, los talentos (el sentido actual de la palabra tiene su origen en la antigua moneda) que nos son concedidos no deben permanecer ociosos.

No puedo concebir una actitud más positiva para esta vida, que sabemos limitada, que la de quienes usan como herramienta imprescindible y habitual la imaginación, concepto que podemos asimilar a la creatividad en sus múltiples formas. Si esta aptitud va acompañada de principios éticos, estamos hablando de personas que cumplirán dignamente su papel de aportar a la humanidad una partícula, por mínima que sea, que se convertirá en germen del auténtico progreso, el que tiene su norte en la solidaridad inteligente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios