Para emocionarse no hacen falta grandes estímulos. Hace unos días, al salir de mi casa, me sorprendió ver engalanada mi calle de acera a acera con motivos navideños. La sorpresa me invitó a hacer un rápido y atropellado repaso: a ver, estamos ya en noviembre, en el Día de Todos los Santos… Sí, efectivamente, este mes aparecen los primeros dulces navideños (para entrar en calor) y, paralelamente, estarán instaladas las luces navideñas.

Una vez ordenados mis pensamientos, llegó, sin pedir permiso, el desorden mental. Pero… ¿Qué Navidad tendremos este año? ¿La que nos impedirá reunir a la familia? ¿La que nos obligará a sortear a quién le toca con quién? ¿En serio alguien cree que nos aportará muchas alegrías salir a la calle "enmascarados" a disfrutar de esas luces, mientras miras el reloj no sea que pase la hora de queda? O lo que sería peor ¿Nos pasamos la tarde en la Plaza de las Monjas, con la mascarilla en la mano para poder tomar todas las cervezas que el cuerpo aguante? ¿Cómo se gestiona eso? Seamos consecuentes y dejemos de hablar de una Navidad que no es tal. Enfrentémonos al problema que nos acucia y mejor que Navidad, dejémoslo en "pseudonavidad", (pseudo, del griego, es falso). Sería más realista.

También se va especulando otra extraña sustitución a las salidas procesionales, (ninguna primavera sin Estaciones de Penitencia), pero pasear una imagen a hombros no sustituye a lo tradicional; se celebraría entonces una "pseudoSemanaSanta", nada parecido a lo que estamos habituados. Bastante tenemos ya con el "pseudohallowen".

Lo cierto es que vivimos en un mundo de "pseudos", ficticio, de parches y alejados de lo verdadero. Conocemos a quiénes viven permanentemente en un "pseudoamor", incapaces de amar realmente. Tenemos a profesionales de la "pseudoescucha", que jamás oyen al otro, aunque finjan hacerlo. Aumenta el éxito de las consultas de "pseudomedicina", donde las personas con problemas de salud buscan alternativas a la medicina tradicional. Incluso se está extendiendo una corriente de "pseudoescepticismo", ese aparentar que se duda de todo, que se busca lo "verdadero", además de ese "postureo" que desemboca en una "pseudointelectualidad". El colmo de los colmos es que también se aprecia el pseudo en el periodismo: no se informa, se opina.

Tendremos que ser conscientes de que los pseudos aumentan peligrosamente. Prepárense los más cuerdos porque nos espera padecer los "pseudoreyesmagos", "el pseudocarnaval", y hasta una "pseudoprimavera". Paciencia.

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