Desde la ría

José María / Segovia

Tiempo de paz

Ya falta poco. El rumor del viento nos trae un eco conocido, alegre, con esa música sencilla que alrededor de unas figuras eternas nos representan el mayor misterio de la humanidad.

Los niños, en sus inocentes juegos, abren cada día el llamado Calendario de Adviento para extraer su pequeño premio. En el hogar, ya se piensa en montar el tradicional Nacimiento o Belén, que nunca debe ser sustituido por el árbol navideño. En la parroquia, las luces parpadeantes de las velas que van señalando cada domingo el tiempo litúrgico nos avisan la proximidad del gran acontecimiento. Todo se va aunando en un ambiente de paz que quiere ser portavoz de aquel anuncio que hace dos mil años los ángeles cantaban bajo las estrellas en la mejor noche del año: la Nochebuena.

Ahora, en los externo, todo es distinto, hasta el clima ha exigido su cuota de cambio, dejándonos en la mente aquella estampa que teníamos de niño, con la bufanda, los guantes y el olor de los tostadores que nos llamaban a probar aquellas castañas asadas que calentaban momentáneamente nuestras manos.

Es tiempo de paz. Una paz que a veces se rompe en nosotros con el quejido amargo de los que sufren, de los que padecen la lenta agonía del paro, la lacra de una sociedad que nosotros mismos vamos haciendo, de la vergüenza del odio, de la codicia, de la corrupción, del llanto de los niños abandonados, de la infamia de los que no los dejan nacer, de la política loca, absurda, codiciosa… Una paz que se rompe cada día cuando es en esta hora en que la tenemos que tener presente.

En mi interior, cada año, en este tiempo, vuelo en la imaginación a aquel Belén, donde un día lloré ante la estrella del pesebre donde nació Jesús. Hoy lloro cuando observo que son muchos los colegios donde se habla de Navidad, de fiestas, de vacaciones, pero no se habla de Jesús, del hecho que cambio el destino de la humanidad.

Faltan pocos días para que el milagro de la Nochebuena se vuelva a repetir. Vivamos un tiempo de paz auténtico, sentido, solidario, de fe.

Con toda sencillez, pero con todo mi afecto, os deseos felicidades en estos santos días. Pero una felicidad consciente de lo que celebramos. Digamos ¡Feliz Nochebuena! pero no olvidemos que la felicidad está vacía, sin ese Jesús de Belén, sin ese Jesús que es nuestro hermano que sufre y al que debemos acunar entre nuestros brazos amorosos.

Desde aquí mis deseos de una santa dicha en la Navidad del Señor, a esas religiosas de clausura que en la oración entonan plegarias por un mundo que se pierde cada día en las vanaglorias del poder, del dinero, de la ingratitud y de la injusticia.

Es tiempo de paz y ya suena en el cielo el más bello aleluya, entonado por los ángeles, para los hombres de buena voluntad. Que yo creo que todavía existe.

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