Hace no demasiado tiempo, los buenos guisos se cocinaban como todo lo bueno, a fuego lento. Se armaba uno de paciencia e iba metiendo ingredientes en la marmita poquito a poco mientras la olla se iba calentando a su amor. Así, hasta que cogía temperatura con un par de horas de lumbre como mínimo y empezaban a saltar las burbujas de la ebullición en su justo momento. En esa hora en la que los garbanzos van ya camino de estar blanditos y el caldo se ha desespumado es cuando toca echar los chocos o los langostinos para que ser cuezan fuera del hornillo y la cosa quede para chuparse los dedos. Pero eso era antes. Ahora, desde que existe el microondas, todo se hace con mucha antelación y no haya más que meter la tartera -qué gran palabra- dentro del aparato para darle el calentón. Incluso, si es necesario y la semana se pone complicada, varios recalentones. Total, los nuevos tiempos, la tecnología y los garbanzos precocidos nos han convertido en enemigos de la calma y el reposo culinario. Qué tiempos aquellos en los que éramos menos europeos.

En la cuestión política, de un tiempo a esta parte, nos está pasando lo mismo. Ya nada se sabe de aquella sucesión de plazos en los que los partidos iban echando la gracia a la candela por entregas. Ahora vivimos inmersos en un continuo discurso electoral desde que se vota hasta que se vuelven a poner las urnas. Debe ser cosa de que nuestros políticos se aburren o de que es más fácil graznar en el desierto que ponerse a dar martillazos en el yunque. Lo cierto es que el aroma electoral nunca se va del ambiente y se instala en la pituitaria con tienda de campaña y todo para provocar en muchos casos esa sensación de náusea que da oler a cocido cuando aún tiene uno la arruga de la almohada dibujada en el rostro. Qué hartura.

Sin embargo, lo cierto es que la olla ya puede hervir porque se va a acercando la hora de ponerla en la mesa. Sirva como ejemplo lo ocurrido esta semana en Huelva. Antonio Maíllo, Teresa Ribera y Albert Rivera han puesto el toque "grandes líderes" en la ensalada que condimentan a diario los pinches de nuestra cocina local. Vienen las refulgentes estrellas Michelin foráneas para darle consistencia a un guisote en el que populares y socialistas ya van encontrando su puntito. Se palpa impaciencia por la decisión de Susana y es hora de que las cocinas se pongan a funcionar a toda marcha. Fíese usted de mi carta, mantienen que lo que ponen en la fonda de enfrente huele a quemado y tiene sabor a rancio. Cambiemos de menú, que ya está bien de comer de lo mismo siempre.

Hay aroma de urna tras el largo periplo veraniego. En los fogones capitalinos, Pilar Marín, aspirante popular a partir el bacalao, se afana para desbancar como figura al cocinero Gabriel Cruz. Después de muuuuuchos meses de preparación ha llegado la hora de mostrar la pericia con los fogones, aunque, como a todos los novatos, eso a veces le suponga pasarse de sal, quedarse corto de pimienta o ver cómo se pega el sofrito en la sartén. Lo importante es ir mezclando ingredientes para ver si se da con la receta. Difícil misión ante un cocinero que le tiene muy cogido el condimento al puchero.

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