¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Tangos y boleros

Tango es lo que le canta Juan Marín al PP cuando le reprocha su anunciada fuga hacia los brazos de Vox

Me lo dijo un viejo amigo de espíritu sentencioso: "El tango es el lamento del cornudo; el bolero, el trino del machito enamorado". La vida misma. Los de mi quinta, al menos los más castizos, fuimos de ambas músicas como reacción al entreguismo al pop-rock anglosajón protagonizado por las generaciones anteriores. Aprendimos tango gracias a Malevaje, grupo madrileño en el que militaba el baterista del inolvidable Gabinete Galigari, Edi Calvo. No eran excelentes, pero eran modernos y españolazos, y eso nos bastaba. Con el tiempo, aunque no hemos llegado al desprecio de Borges por esta música lunfardesca, sí hemos evolucionado a valorar el verdadero venero de la hispanidad, la milonga, la más alta destilación del alma criolla que vieron los siglos. Respecto al bolero, fue algo más huachafo, que diría don Mario, sin excusas de modernidad ni garitos madrileños. Nos gustaban Los Panchos y punto, con toda su azúcar romántica y sus punteos de guitarra encelada. Por cierto, que este año el premio Manuel Alvar de la Fundación José Manuel Lara se lo han dado a José Javier León por su ensayo Bolero. El vicio de quererte. Estaremos atentos.

Pero hablemos de política, que es a lo que hemos venido. Hay mucho de tango y bolero en nuestros representantes públicos. Qué si no un tango desgarrado es lo que canta el todavía vicepresidente de la Junta, Juan Marín, cuando le reprocha al PP su anunciada fuga a los brazos de Vox. La cornamenta siempre es dolorosa, pero la anunciada con clarines, mucho más. ¿Y no son boleros empalagosos los requiebros de amor que Pedro Sánchez le hace a su vicepresidenta Yolanda Díaz? Le promete una larguísima historia de pareja, algo que nunca pudo hacer con Pablo Iglesias, quizás por algún tipo de escrúpulo inconfesable entre el progresismo.

Pero el premio de tanguero oficial del Congreso se lo lleva Gabriel Rufián, escindido siempre entre su alma canalla de charnego pijoaparte y su pertenencia a una raza superior. Sus intervenciones con respecto al caso Pegasus, que acompaña con sus modales de compadrito de arrabal, no dejan de ser el alarido del burlado. ¿Cómo pudiste hacerme esto a mí? Y Margarita Robles, seca e insensible como una buena leonesa, venga a decirle las verdades. Lástima que esas mismas verdades no se las susurre a Pedro Sánchez cuando pacta con ERC o Bildu. Los cojones, en Despeñaperros, que diría el ferroviario.

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