Los comienzos de curso suelen ser problemáticos casi todos los años. El presente parece que ha presentado pocas complicaciones (de plantillas, de plazas o de sustituciones…) pero se ha encontrado con un problema que siendo habitual, no deja de rozar la gravedad: las altas temperaturas en los centros docentes.

Este mes de septiembre, el calor ha acompañado impunemente a los escolares y parece que la temperatura en octubre no sólo será alta, sino muy alta, así que el panorama no pinta bien. Y no, no se trata solamente de calor, porque cuando llegue diciembre, bajará lo suficiente para que se pase frío en el aula y los niños pretendan hacer los trabajos con guantes y gorros ante la reprimenda de sus profesores. Pero no pasa nada porque nunca se le ha exigido a la Junta de Andalucía, o a los Ayuntamientos, que traten a estos centros como al resto de edificios gestionados por ellos y a ambos les ha ido muy bien extender la coletilla de "total, si son dos días".

Porque "de toda la vida de Dios" los niños han pasado calor y han sudado en los patios de recreo. Porque, de siempre, enrojecidos por el juego cuando los termómetros superan los 32 grados, son tan "niños" que ni así lo abandonan. Si acaso, solicitan agua (caliente, por cierto) de un grifo al sol. ¿Que se reduce la atención en las clases, que trabajan con lentitud, olvidan los deberes, interrumpen continuamente pidiendo permiso para salir? Sólo es calor. Para eso está el recreo, si es que puede llamarse así, a ese patio de cemento que arde y sin un mísero árbol que regale algo de sombra, pero "total, si son dos días".

Riza el rizo que, en algún centro, se dispongan ventiladores por las clases y se les exija quitarlos por no estar homologados. Por lo visto, es mejor que un niño se maree por la elevada temperatura que se refresque con un ventilador no homologado (¡qué aberración!).

Lo más curioso de todo es que en esta época de espionaje sindical sobre las condiciones laborales de los trabajadores, aquí se mira para otro lado. Sobra destacar la importancia de cuidar las del profesorado por ellos y por su alumnado. Deben extirparse de raíz los hábitos "de toda la vida" o los de "siempre ha sido así". (A España no llegó la electricidad hasta mediados del s. XIX y ya no vivimos sin ella). Ha llegado el momento de exigir a la administración educativa autonómica y local soluciones. Si tan esencial para la sociedad es la educación de su ciudadanía, el contexto y las condiciones físicas para su desarrollo también deben serlo.

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