Francisco revuelta

Supervivencia sin escrúpulos

Los indultos no persiguen resolver nada en Cataluña sino la consecución de objetivos de Sánchez

Cada día se le enmaraña más la situación al gobierno de España y de lo que no cabe duda es de que su presidente es quien más viene contribuyendo para que esa sea su realidad. No hay que ser ningún lince para darse cuenta del desgaste que viene sufriendo Pedro Sánchez, quien ha conducido al PSOE a una de sus peores circunstancias de los últimos años. Si se celebraran unas elecciones generales, los socialistas obtendrían un número sustancialmente más bajo de parlamentarios en el Congreso que los que en estos momentos tienen. Y eso lo saben, aunque el susodicho y sus ministros quieran ocultarlo. Como a veces se dice, todo tiene un límite en la vida y la sociedad española parece que está dispuesta a pasarle factura. Sánchez se ha hecho acreedor de una gran falta de credibilidad. Su trayectoria política está plagada de declaraciones en las que afirma una cosa y termina haciendo lo contrario, como las mentiras que nos contó en relación con Podemos y Bildu, entre otras muchas. Ahora está inmerso en la concesión de indultos a los políticos independentistas catalanes condenados. Hasta hace apenas nada, procuraba convencernos de que estos cumplirían sus penas. Sin embargo, desde días atrás, tacha a quienes no están de acuerdo con esa medida de gracia de ser vengativos y revanchistas. Todo apunta que lo hará, a pesar de la oposición de la Fiscalía y de la contundente reacción de Tribunal Supremo, creando un conflicto nunca visto desde la restauración de la democracia. A la vista de su defensa a favor de los indultos habrá quienes puedan pensar que ha cambiado de opinión porque ha llegado a la conclusión de que es lo que verdaderamente hay que hacer desde una perspectiva de ética política; sobre todo, cuando manifiesta que hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia, pero eso no es así, la ingenuidad hay que dejarla a un lado. Todo lo que ocurre forma parte de su práctica habitual, la de aferrarse a la supervivencia política, pero sin escrúpulos, si es necesario. Se trata exclusivamente de que le conviene contentar en la medida de lo posibles a ERC y a ese bloque Frankenstein -como lo bautizó Rubalcaba- para la obtención de apoyos a sus políticas y, por ende, a su permanencia en La Moncloa. En definitiva, el asunto no va de intentar resolver nada en Cataluña sino de la consecución de sus objetivos exclusivamente particulares. Todo esto añade un plus de inmoralidad política a una solución que muy bien ha calificado el Supremo de inaceptable.

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