E MPIEZO reconociendo que no soy aficionado al fútbol, y desde esta posición absolutamente desapasionada, desde la que ni siquiera sé cómo va la clasificación de los equipos de primera división, me permito opinar de lo que sí entiendo algo, de deporte. Toda mi vida he hecho algún deporte incluido el fútbol, al que era aficionado cuando era un niño y del que poco a poco me fui desligando, sí, no se preocupe ya lo sé, el raro soy yo.

No sigo los periódicos deportivos, pero sí los generalistas, y el fútbol hace tiempo que trasciende de lo meramente deportivo para ser portada de noticias en cualquier periódico o tema de tertulia de radio, por lo que se me hace imposible no tener conocimiento de algo que me interesa tan poco como la superliga.

De los múltiples comentarios que he tenido que escuchar sobre este tema, lo que me hace escribir este artículo no es el hecho de si interesa o no la creación de esta superliga, sino el planteamiento de que el fútbol está en peligro por este motivo. Asunto especialmente defendido por el presidente del Real Madrid que es a la postre uno de los máximos defensores de esta idea. Este señor no sé si sabe mucho de fútbol, lo que sí me consta que sabe es de negocios, por lo que, en realidad su preocupación no es tanto por el riesgo que sufre el deporte del fútbol, como por el peligro que corre el negocio del fútbol.

Para jugar al fútbol solo se necesita una calle poco transitada, un balón, a ser posible de fútbol y un grupo de chavales, y aprovechando que la palabra chavales termina en es, siéntanse incluidos niños, niñas y niñes, ya que la única discriminación que puede sufrir es que el que esté más gordito termine jugando de portero, lo siento por los porteros, pero al menos en mi época era así.

Por tanto, el aspecto deportivo del fútbol tiene garantizado su futuro, lo de la superliga es hablar de economía, de cotizaciones en bolsa, de beneficios a distribuir, de oportunidades de inversión, pero no de deporte.

El fútbol tal como está concebido en las ligas actuales presenta otra vertiente, la del espectáculo, aspecto que también pueda sentirse amenazado con el planteamiento que pretende imponer la superliga, pero en este caso tampoco estaríamos hablando de deporte, estamos hablando de entretenimiento y en este campo sus competidores directos serían el cine, el teatro, el circo o incluso los toros, a los que nadie se le ocurre plantearlo como un deporte sino como lo que es, un espectáculo.

Pero no se preocupe si no está de acuerdo conmigo, al fin y al cabo, qué se yo de fútbol si ni siquiera soy aficionado. Yo me identifico con la viñeta del genial Mingote en la que se veían dos trogloditas viendo un partido de fútbol entre trogloditas, y con cara de desconcierto le dice uno al otro, ¡esto de que ellos jueguen y nosotros paguemos no lo termino de entender! Pues eso.

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