Resulta que los presuntos encargados de tirar del convoy de LaLiga abdican y crean un rival que puede hacer añicos la competición doméstica. Con Florentino Pérez, ese ser superior según lo califica su valido Emilio Butragueño, a la cabeza de las operaciones se han encontrado con la respuesta de alemanes y franceses, léase Bayern y PSG como arietes, como escollo principal a que esa perpetración de la Superliga prospere.

Se le ha quedado en poca cosa lo doméstico a Florentino, que quiere rentabilizar el gasto en grúas (Relaño dixit) a la mayor brevedad y para eso se alía con la crème de la crème continental, queriendo parir un invento con el que los ricos serían más ricos y más pobres los pobres. Parece como si su pretensión fuera la de convertirse en el sucesor de Santiago Bernabeu, el visionario que, con L'Equipe, creó aquella Copa de Europa que revolucionó el fútbol europeo y el mundial.

Aquella Copa de Europa que el Madrid copó en sus arranques y que originó la actual Champions nació en un escenario muy distinto al actual. Fue como la salida de las catacumbas, lo que no es esto de ahora. La idea es una declaración de intenciones que refleja con claridad la ambición de unos y no rozarse con el resto. Afortunadamente, la Premier, la Serie A y LaLiga han reaccionado y se han puesto incondicionalmente a lo que diga la UEFA, con lo que la alarma ha saltado.

Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid están en esa pomada y vamos a ver qué consecuencias acarrea para el resto de los mortales. Pretenden oficializar una aristocracia que ya funciona de hecho como tal y que va abrir unas brechas tremendas en los tres países encartados. Las ominosas distancias económicas que rigen actualmente pretenden acentuarlas con Florentino Pérez a la cabeza, ese ser superior que ya no soporta el roce con el resto de los mortales.