Sucesiones

Nos repiten que este impuesto afecta sólo a los ricos. Esto es una falsedad y ellos lo saben

No he querido titular esta columna con el letrero de sadismo fiscal, aunque bien quedaría. La expresión no es mía, es de un destacado economista asturiano participante en un encuentro habido en la Universidad de Oviedo sobre el Impuesto de Sucesiones. Este impuesto brutal y confiscatorio lo merece. Lo que no merecen los ciudadanos es que una vida de trabajo y ahorro sea engullida por este acto de canibalismo fiscal. Y esta sí es expresión mía. Se defiende la Junta de Andalucía con argumentos peregrinos que nadie cree por una sencilla razón: porque lo vivimos en directo en amigos y familiares. Y ante eso ya pueden gritar cuanto quieran que les hacemos el mismo caso que a un coro de grillos que cantan a la luna. Uno de los mantras que repiten es que este impuesto afecta a los ricos. Esto es toda una falsedad y ellos lo saben. No tenemos más que mirar a nuestro lado y ver a las personas afectadas para mandar a la sentina este estribillo. Lástima que en una columna no podamos reproducir una imagen, porque colocaría una foto y asunto resuelto. También es verdad que para eso estamos los escritores, para decir que mil palabras valen más que una imagen. Fue en la manifestación del pasado sábado en Oviedo contra el abuso de poder que significa este maldito impuesto. Se trata de dos personas, en dos fotos distintas. Nada que ver entre ellos. Un hombre y una mujer entre las casi diez mil personas que marcharon en Oviedo. Toda una gigantesca manifestación allí.

Nuestros protagonistas andan por similares edades, rondando los ochenta años, creo. En un momento de la marcha los organizadores proponen corear la conocida frase de "manos arriba, esto es un atraco". Los asistentes lo hacen alzando las manos. Y ahí, el fotógrafo de nuestro colega La Nueva España lo clava. Capta en dos instantáneas distintas las manos del hombre y de la mujer. ¡Manos llenas de callos! ¡Manos labriegas! Manos endurecidas en interminables jornadas de sol a sol arando, labrando, sembrando, talando, cavando. Todos los días del año de todos los años. Todas las estaciones. Estos son los ricos, señoras, señores y señoritos políticos. Ellos y sus hijos son los atracados. Ellos, los que a fuerza de sudor y lágrimas sin cuento, de privaciones sin fin, han comprado propiedades para dejarlas a sus hijos, deseando que no sean esclavos de la tierra. Ellos que han guardado un puñado de euros para su vejez y para pasarlos a sus hijos, sienten que una espada fatal caerá sobre el patrimonio sudado. Menudos ricos. Hagan ustedes lo que quieran, son los amos, pero no mientan más.

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