En febrero pasado escribí aquí sobre Stefan Zweig -por favor respetemos la pronunciación austríaca- uno de los grandes escritores del siglo pasado, de quien ahora se cumplen 75 años de su muerte, que huyó a Brasil temeroso de que las huestes nazis exterminaran Europa. Anunciaba que no sería la única vez. He vuelto a ello antes de lo previsto tras el estreno de la película que lleva su nombre e insiste en la actualidad recobrada por tan celebrado autor. Es notable el interés que siempre han suscitado algunas de sus novelas llevadas a la pantalla. Nada menos que 26 si no he contado mal. De ellas cinco versiones de 24 horas de la vida de una mujer, de las que destacaría la dirigida por Víctor Saville, 1952, protagonizada por Merle Oberon, Richard Todd y Leo Genn o las dos de Carta de una desconocida -especialmente la que dirigió Max Ophuls con Joan Fontaine y Louis Jourdan- tres de Amok, entre ellas la del español Antonio Momplet, exiliado en México, con María Félix como protagonista.

La lista es larga y tanto los directores como los intérpretes excelentes. Lo es también la calidad de muchas de esas adaptaciones. Como notable ha sido este último film sobre su vida, Stefan Zweig: Adiós a Europa (2016), de la directora alemana María Schrader, que se ha atrevido a ponerle rostro al genial autor de tantas novelas, ensayos y biografías. La del autor, en esta visión cinematográfica, puede ser discutible en algunos aspectos, sobre todo cuando se pone en juego el retrato de un biógrafo de tanta categoría. Hay notables valores muy reconocibles e identificables en la película con respecto a la personalidad del autor. Además de la actitud protagonista de Josef Hader, es extraordinariamente valiosa la interpretación de Barbara Sukowa encarnando a la primera esposa del escritor. Resulta muy reveladora esa visión de los escenarios naturales y urbanos de Zweig en ese continuo éxodo que siguió hasta su siniestro final.

Hay una especie de equidistancia muy significativa entre el escritor temeroso, egocéntrico y huidizo, su protagonismo a ultranza y su discutible actitud irremediablemente aprensiva con respeto a la locura genocida de Hitler. Pacifista radical como lo define claramente el film, centrado en los años de su exilio americano, puede cuestionarse esa posición pesimista. Alguien dijo que su obra es "una inmejorable recreación personal de una idea de Europa como república de las artes y de las letras", un glorioso proyecto que dinamitaron las dictaduras y totalitarismos del siglo pasado. Más allá de la intención y logros de la película, que me ha hecho volver a mi condición de crítico de tantos años, está la espléndida obra literaria de Stefan Zweig. Una recomendable lectura, en su diversidad biográfica, ensayo o narrativa, para este verano sin yeguas, fuego y elevado calor temprano.

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