Sonrojante

A Donald Trump le deseo, como a todos los dirigentes democráticamente elegidos, lo mejor

C style="text-transform:uppercase">onfieso que la campaña electoral para la Presidencia de los Estados Unidos la viví de forma bastante tediosa. Me aburrí, lo reconozco. Por un lado andaba el empresario Trump, que me hacía poca gracia, y enfrente se encontraba la bruja Hilaria, un horror con faldas o con pantalones, lo mismo da, un horror por muy temprano que se levante. Trump era nuevo, parecía un tanto obtuso. Hilaria era y es directamente mala. Era la continuación del zascandil de Obama que ha dejado incendiado todo el Norte de África, ha bautizado al Irán atómico y ha sido un fiel reflejo de su segundo nombre, Hussein, acogiendo amablemente a cuanta dictadura árabe se proclame, por no hablar de su abrazos a la tiranía cubana. Váyase en buena hora. Hilaria es mucho más y peor, pero no entra en mis planes dedicarle este artículo. Lo que no me podía esperar es que durante las elecciones y después de las mismas la cosa se iba a poner sonrojante.

Resulta que la América profunda vota como presidente a un señor que no era el que tenían previsto los muy progres medios periodísticos y televisivos americanos, europeos y españoles. Lo de españoles lo digo con un poco de rechifla. Además el elegido por el pueblo norteamericano no era de la simpatía de la hez depravada y progresista de Hollywood. Y esto no puede ser. Tiene que ser siempre lo que ellos digan, lo que a ellos les guste. Es por eso que me ha tocado las narices ver y oír a estos demócratas de pacotilla haciendo aspavientos. Han llegado hasta a instar un golpe de Estado en una nación que no sabe lo que es eso. En una cadena de televisión, durante las horas previas a la jura del cargo del nuevo presidente, se dedicaron a hablar sin bromas sobre qué pasaría si alguien mataba a Trump antes de jurar. Y de remate del tomate montan una ridícula y violenta "marcha de mujeres" sobre Washington, como presuntas damnificadas por la política del presidente Trump. Esta movida ha sido sublime. Hablan de quinientas mil manifestantes. O sea, doscientos noventa y nueve millones, quinientos mil americanos se quedaron en su casa. Esto en Madrid es una reunión de seis mil personas; poquita cosa. El presidente Trump, que no se calla ni debajo del agua, ha comentado sobre esta reunión algo que me parece retrata estos sucesos: "¿Por qué no ha votado esta gente?". Ironía como la de un cuchillo cortando un flan. A Trump le deseo, como a todos los dirigentes democráticamente elegidos, lo mejor. Tiempo habrá de hablar. De momento, parece que este presidente no se acojona con la cuadrilla mediática de la moderna modernidad. Y eso es toda una buena nueva.

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