El tránsito

Eduardo Jordá

Sondeos y pronósticos

TENGO al menos cinco testigos de que pronostiqué con éxito quién iba a ganar las elecciones. Supongo que no fui el único, ya que quizá haya en Andalucía -y en toda España- miles y miles de personas con los mismos poderes de clarividencia política. Aun así, debo reconocer que me equivoqué en una cosa: pronostiqué que ganaría Zapatero por mayoría absoluta. No caí en la cuenta de que el electorado es mucho más sabio que yo. El gran Billy Wilder solía decirlo con una frase referida al público que veía sus películas: "Uno por uno, puede ser que todos sean idiotas. Pero en conjunto nunca se equivocan". Y lo mismo podría decirse del electorado español.

Desde las primeras elecciones democráticas, el electorado nunca se ha equivocado. Votó dos veces a la UCD cuando era necesario el paso lento para que los franquistas aceptaran la democracia. Votó al PSOE de Felipe González cuando era evidente que había llegado la hora de la modernización y de las reformas en profundidad. Votó -con cautela- a Aznar cuando los escándalos de corrupción y la crisis económica hundieron a González en 1996. Le dio una mayoría absoluta a Aznar en 2000, cuando éste se la había ganado a pulso con un gobierno dialogante y moderado. Y en 2004, cuando se confirmó con el desastre del 11-M -y los disparates que le precedieron- que la mayoría absoluta había vuelto loco de soberbia a Aznar, el electorado mandó al PP a la oposición para que aprendiera de una vez que no era tonto. Y esa misma cautela -o más bien temor- ha sido lo que ha evitado ahora una mayoría absoluta para Zapatero. Se le ha dado una mayoría suficiente para gobernar con tranquilidad, sí, pero con prudencia y con acuerdos. Y con el reconocimiento de los errores cometidos, que han sido bastantes, aunque no tantos como dicen los detractores del PSOE.

Me gusta esta frase que Herbert Read escribió en un ensayo sobre Vauvenargues: "La verdadera gloria es una virtud privada y discreta, que sólo se adquiere plenamente en la soledad". Ésa es la gloria que debe adquirir ahora Zapatero, una gloria de diálogo y de entendimiento (Rajoy tendrá que sumarse a ella, si no quiere acabar regresando a su apasionante oficio en el Registro de la Propiedad). El electorado ha sido claro: no quiere insultos ni gritos ni agrios debates innecesarios. Quiere proyectos comunes y esfuerzos comunes. Quiere entendimiento y buenas maneras. Y quiere grandes pactos de Estado. Para empezar, contra el terrorismo. Y después, otro pacto a favor de la educación y la sanidad pública. Y dentro de poco, cuando la crisis económica lo exija, habrá que volver a los Pactos de la Moncloa. Diálogo, concordia, voluntad de encuentro. Sí, eso mismo: el espíritu de la Transición.

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