Soñar la salida

La disminución de los transportes y de la producción ha hecho que respiremos mejor

Ante el desastre solo podemos soñar con un mundo mejor, no hay otra salida, el camino de lo utópico es el único que fortalece la esperanza. Por eso permítanme soñar con unas notas apresuradas, y es que creo que algunas de las soluciones de urgencia que se proponen incluso podrían ser la antesala de un nuevo orden socioeconómico, así que creo que deberían tener vocación de continuidad.

Una de las reacciones de los gobiernos europeos ha sido la de buscar la autosuficiencia para no depender del mercado trasnacional, que en estas semanas parece "un zoco encarnizado". La globalización ha generado un sistema mercantil enormemente volátil, con concentraciones de producción allí donde la mano de obra es barata y se vulneran los derechos más básicos, y donde el proteccionismo se quita o se pone en función de movimientos especulativos, eso debería acabarse porque se ha demostrado como inútil claramente. Si estamos poniendo motores de limpiaparabrisas a los respiradores sobre la marcha, imaginemos una auténtica estrategia que garantizase industrias de proximidad para todo aquello considerado como esencial.

Por otro lado otro de los mantras más repetido en estos días es el de garantizar la supervivencia económica de las familias y de las empresas, y para eso el Gobierno presume de poner sobre la mesa hasta 200.000 millones de euros ¿Y si hubiese llegado el momento de proponer una Renta Básica Ciudadana, una asignación económica garantizada para todas las personas en edad de trabajar? Cuando se proponen ERTE, ayudas a empleadas domésticas, prestación por desempleo para personas sin el mínimo de cotización, etc., creo que se asume claramente que cada familia debe tener un ingreso económico básico para vivir, un derecho que va más allá del empleo ¿y por qué no hacerlo para siempre? Y por último, una vez que pase la pandemia, ¿se quedará el cambio climático? La disminución de los transportes y de la producción ha hecho que respiremos mejor en nuestras ciudades; supone uno de los efectos colaterales del confinamiento. La inercia de esta batalla sanitaria debería llevarnos también a mantener una disminución de las emisiones para contener esa otra calamidad que nos acecha. Es básico huir de toda expectativa que suponga volver a la casilla de salida, donde el ecosistema que conocemos estaría abocado a desaparecer.

Pues eso, resistamos y soñemos, pero soñemos despiertos.

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