Me atrevo hoy a comentar algún aspecto sobre una cuestión que me parece trascendente de cara no sólo a la acción de gobierno, sino también, fundamental para las relaciones humanas y en consecuencia, al progreso social.

Como estoy convencido de que nuestro señor Sánchez no se habrá ocupado, mucho más allá de sus tentaciones plagiadoras, de profundizar en cuestiones que no sean el análisis de ver qué fines alcanzar por la vía de la justificación de los medios a utilizar. Por tanto, tengo la convicción, vistas sus actitudes y decisiones, que por ejemplo no se habrá detenido en la lectura del reciente ensayo del filósofo Javier Gomá, titulado Dignidad. Y elijo este referente porque en él se afirma aludiendo a los críticos con la dignidad, que es un concepto "que no hay modo de conocerlo objetiva y racionalmente y, por tanto, es indemostrable". Con lo cual, a la vista de las actuaciones, no hace falta que especifiquemos en qué bando deberíamos situar al presidente. Si a esto añadimos el estilo personal, a veces impostado, del que suele hacer ostentación, aderezado con sus ¿deslices? protocolarios, nos lleva a recordar a Antonio Machado, en boca de Juan de Mairena, como recuerda Gomá: "Nadie es más que nadie…".

Es por ello, que aparcando las teorías intelectuales y bajando al terreno de lo cotidiano y popular, la conclusión personal es que lo escrito hasta ahora no solo le resulta indiferente, sino que como vulgarmente se dice, "le resbala" porque se siente tan protegido mediáticamente que no se corta, sino que se recrea en montar artificios frente a los hechos y aconteceres para montar sus afirmaciones ideológicas. Porque digan lo que digan, lo camuflen como lo camuflen o lo vistan como lo vistan, dialécticamente, para trasladar las responsabilidades a los adversarios y adueñarse del tan de moda relato, aludiendo a un teórico bloqueo institucional del que él fue maestro -no es no- y un muchísimo más antidemocrático es el pretendido secuestro de los poderes del Estado. Enterrar definitivamente a Montesquieu, para entendernos.

Digan si, ciertamente, no es indigno que por primera vez la Junta Electoral multe a un presidente por vulnerar la neutralidad -esta vez no había cortinas para ocultar una urna-, acaso no es indigno plantear subrepticiamente el Código Penal con el objetivo de agradar a un socio aunque sea quedar en evidencia ante sus propias faltas a la verdad y para justificarse permite ofensas a los tribunales, además de argumentar falsamente. ¿Podríamos considerar una indignidad que se mantengan líneas de colaboración con Bildu, se cumplan veinticinco años y muy pronto otro aniversario del asesinato de Ordóñez y el matrimonio Jiménez Becerril… en un blanqueo indigno del terrorismo? Indigno es boicotear a los andaluces, que Marruecos ante nuestra debilidad nos rete nuevamente o que el consenso del 78 haya muerto con su consentimiento.

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