Visiones desde el Sur

Solidaridad y poder

El problema aparece en el control de distribución de los recursos, el objetivo básico en un mundo globalizado

La tierra es un vasto teatro donde la misma tragedia se representa bajo títulos distintos. La frase no es mía, es de Voltaire. ¿Se han modificado en algo las normas conductuales básicas del ser humano con el paso del tiempo o más bien sólo hemos refinado el título de la misma y maquillado los comportamientos manteniendo incólumes la esencia de lo que nos conforma?

¿Y ese algo que nos transmuta en cada generación, que nos diferencia de la anterior, busca por casualidad equilibrar las carencias de unas poblaciones con otras, intentando mejorar la vida de esos otros que no tienen medios para mantener una vida digna? Pues va a ser que no.

¿Es imprescindible que los poderosos sigan matando seres humanos a mansalva por el control de los recursos? ¿Está condenada la humanidad a que parte de ella viva holgadamente a costa del pauperismo del resto?

Alguien dirá que no todos los regímenes políticos son iguales. Y tendrá razón. Pero eso no quita para que en los países desarrollados existan grandes bolsas de pobreza y que la plusvalía que atesoran respecto a otros, provenga del robo de los recursos y de la comercialización de la materia prima ajena. Hay que hacer pocos esfuerzos para explicar esto. Se invade, se coloniza o se somete por la fuerza de las armas. ¡Se acabó!

Todos los regímenes políticos contienen elementos transversales que los igualan, lo que no impide decir que unos son más democráticos, más socialmente comprometidos… pero, la columna vertebral, la esencia del poder desde que los griegos fundaran las ciudades-estado persigue la optimización de los recursos para una mejor rentabilidad, y, se supone, que para la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía.

Y aquí es donde aparece el problema, en el control de la distribución de los recursos. Ese es el objetivo básico en un mundo globalizado como el nuestro: la distribución. En épocas de crisis, las migajas, los residuos que desechan los países ricos son menores, y por ello, el tendedero existencial que mantiene a los desheredados, a los sin nada, se cae con el leve viento del aviso global de recesión.

¿Hay algún pueblo o alguna ciudad en donde no existan lo que Valle-Inclán llamaba pobres de solemnidad? No. Nos hemos acostumbrado a mirar el paisaje conteniendo a esos elementos transgresores que afean el decorado, que duermen entre cartones o que viven bajo los puentes.

Pero que nadie se equivoque, Europa será invadida por los hambrientos.

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