Segúnse nos informaba ayer en estas páginas, el Sol ha llegado al "mezzo del cammin di nostra vita", al modo en que Dante lo hacía al comenzar su Comedia. Y dejo oportunamente lo de "nostra", porque si el Sol se apaga o muta a gigante roja, como sucederá con el tiempo, nuestras cuitas en este valle de lágrimas quedarán socarradas de inmediato. ¿Y cuándo ocurrirá este excitante cambio? Pongamos que dentro de cinco mil millones de años, lustro arriba o abajo. Lo cual quizá nos pille algo desmejorados. Para que se hagan una idea, los dinosaurios pasaron a mejor vida hace apenas sesenta y cinco millones de años, cuando una piedra sideral impactó presumiblemente, y sin permiso de AMLO, en el actual Golfo de México.

Todo esto lo sabíamos (la gigante roja, la enana blanca, etcétera), gracias al diagrama Hertzsprung-Russell, donde cada estrella se sitúa según su composición y su brillo, y donde se nos dice cuál es el futuro inmediato de cada luminaria, dependiendo del combustible usado. Nosotros, de momento, quemamos/fusionamos hidrógeno. Pero cuando empecemos a quemar helio, el Sol se expandirá, cambiando de color, y nos dejará un bonito bronceado permanente. Todo esto, repito, lo sabíamos por el diagrama H-R, pero parece que la misión Gaia de la ESA, la Agencia Espacial Europea, ha venido a precisarlo. El caso es que, cuando el Sol llegue a su etapa de gigante roja, la humanidad habrá debido de buscarse otro hogar, como sugería, lleno de razonables cautelas, Stephen Hawking. Pero uno entiende que Hawking pecaba de optimismo, y que la aventura humana quizá no alcance a durar todo lo que suponía el físico británico.

Hace unas horas, un valiente gudari del Daesh o similar ha apuñalado a Salman Rushdie por las razones que ya conoce el lector; esto es, por escribir un libro más citado que leído. Quiere decirse, pues, que el mundo siempre ha contado con una notable porción de canallas que buscan sacrificar al vecino en nombre de algún tipo de pureza. Canallas, por otra parte, a los que nunca les faltó un abultado público entusiasta que incite a la persecución y el crimen. Con estas prestaciones de serie, no es difícil que la humanidad alcance algún tipo de paroxismo irreversible que nos convierta en polvo de estrellas. Precisamente por eso, resulta divertido entretenernos con estos cálculos y considerandos sobre nuestra futura y lejanísima extinción. Uno sospecha, sin embargo, que la extinción, caso de producirse, será por mano airada, y no por un fatigado y honesto meteoro.

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