La otra orilla

víctor RODRÍGUEZ

¿Sobran o faltan?

La Demografía se ha convertido en una ciencia de interés político y eso hace que no esquive el albor del debate, de la interpretación interesada o de los bandazos ideológicos. Es fácil escuchar mensajes apocalípticos sobre un planeta donde ya no caben más seres humanos, con un crecimiento exponencial que hará inviable la vida y que esquilmará los pocos recursos naturales que queden. También hay teorías que proyectan que, cuando lleguemos a ser diez mil millones de personas, empezará a decrecer esa cifra, lo cual es igual de inquietante, porque marcará una regresión que implica reconocer que hemos tocado techo y que la vida tal y como la conocemos va en retirada y que eso no pasará dentro de demasiados años; nuestros hijos serán partícipes.

La población mundial sufre un problema, no tanto de exceso, como de redistribución; dado que hay zonas como el Sudeste asiático, África subsahariana y Centroamérica que acumulan la mayor parte, mientras que hay otros lugares, como Canadá, las antiguas Repúblicas Soviéticas o Escandinavia que apenas tienen densidad, a pesar de contar con vastos territorios. En Europa, y también en España, el problema es justo al contrario; la población envejece muy rápido y la tasa de reposición no cubre la de muertes. Sólo hace falta darse un paseo por la España interior y contemplar como en vastas zonas de Soria o Segovia, por poner un ejemplo de muchos, en sus pueblos se habla de las parejas jóvenes con hijos como el mayor de los tesoros.

No es sólo la pérdida de la población, sino sus efectos, lo que más nos debería preocupar, dado que ésta conlleva el abandono de actividades económicas ligadas a la tierra, agricultura, ganadería, la etnografía, el patrimonio cultural y de costumbres… un pueblo que desaparece se lleva por delante la memoria histórica de quienes allí vivieron. Y luego está la parte más pragmática: ¿Quién pagará las cotizaciones sociales y pensiones? ¿Quién nos cuidará?

Así que, en pleno debate migratorio, en plena sensación de invasión desde el Sur, a lo mejor no pasará mucho tiempo en el que lo que ahora vemos como un problema que nos amenaza, se convertirá en una oportunidad, y acabaremos suplicando la llegada de toda esa gente joven, luchadora y con iniciativa que ahora decide marcharse de sus países en busca de un futuro mejor. La amenaza callada que avanza no son los que vienen sino los que no están, ¡vaya paradoja!

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