Decía Carl Jung que el Estado ha pasado a ocupar el lugar de Dios en los ciudadanos, incluso afirmó que "la esclavitud estatal es una forma de adoración". Y es que el filósofo suizo no ha sido el único a lo largo de la historia en realizar afirmaciones de este tipo. El hombre es un animal simbólico, afirma Cassirer, y esa facultad lo distingue y a la vez explica muchos de sus actos. Un símbolo, según la RAE, es un elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición. La bandera de una nación, por ejemplo. En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a visualizar símbolos que representan la independencia de Cataluña. El último, el color amarillo que se hace protagonista en lazos, camisetas, pañuelos, bufandas, banderolas, incluso en corbatas.

La aceptación de un símbolo lleva implícito cierto grado de legalidad, de uniformidad, de globalidad. Nadie duda que la paloma sea un símbolo de paz, se aceptó hace mucho tiempo y permanece implícita dicha aceptación. El símbolo, con la legalidad, se acepta. Pero ocurre que aquello que se acepta lo hacemos nuestro, lo tomamos como propio, se fusiona en nuestro propio conocimiento. Y la aceptación, si es lícita, nunca nos condiciona, nos reafirma.

Paul Ricoeur en su escrito Freud: unainterpretación de la cultura, introduce el estudio del símbolo a partir de la voz alemana traumdeutung compuesta por dos elementos: el sueño y la interpretación. Pero no se puede confundir un símbolo con una realidad, y el color amarillo que utilizan aquellos catalanes independentistas no es más que una impronta de su necesidad, de su debilidad, de su deseo, puede que de su sueño o de su propia interpretación de una realidad no real. Y todo deseo es lícito si se ejecuta sin violencia, sin menosprecio, sin aspavientos. El lazo amarillo es un deseo, nunca será un símbolo, porque no posee un grado de aceptación universal. Y como todos sabemos hay deseos que nunca podrán cumplirse. Precisamos de símbolos lógicos, universales y aceptados por toda una comunidad.

Dice Ferrater Mora que "el símbolo es un vehículo que no puede confundirse con la cosa que simboliza ni con el acto psicológico, ni con el concepto ni con el significado que enuncia". Y debe ser así. Pero nos aferramos al símbolo para evitar nuestras limitaciones, e incluso, para disponer de falsas grandezas. Como decía Jung "la esclavitud estatal es una forma de adoración".

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