Leemos, oímos, vemos verdaderas necedades y asombrosas ocurrencias de muchos profesionales de la política. También de los llamados politólogos y analistas políticos, que se mueven a veces en un absurdo ideológico decadente que exaspera y confunde. En este marasmo desconcertante y falaz surgen voces sabias y experimentadas que no pueden pasar desapercibidas, salvo fugaces alusiones. Eso puede haber ocurrido con el coloquio que han mantenido hace unos días en Sevilla con motivo del 50º Aniversario del despacho Montero Aramburu entre el prestigioso jurista, Padre de la Constitución, Miquel Roca, y el ex Vicepresidente del Gobierno y gran artífice de la Transición, Alfonso Guerra. Motivo del interesante diálogo: la constitución y el nacionalismo. Un tema que para Roca es "complicadísimo, pero parece aflorar, al menos, la posibilidad de cómo mínimo algunos interlocutores hablen". Todo ello dentro de una gran discreción y algún silencio.

Alfonso Guerra, más pragmático y directo, afirmaba que lo importante no es hablar sino acordar aunque no ocultó su falta de esperanza en este proceso, tildando a Puigdemont de payaso que va de un lado a otro, sobre lo que Roca no se pronuncia por no interferir. Reafirmados ambos en el consenso con que se elaboró la Constitución, igualmente coinciden en que "algunas cosas hay que cambiar, pero no la Constitución, la primera refrendada mediante voto popular por un 90% en España y un 91,4 en Cataluña. Para quienes tratan de ligarlo al régimen anterior, Roca asegura que el cambio ha sido espectacular, añadiendo Guerra que la Ley de Amnistía no fue una concesión a los dirigentes franquistas, sino una petición de la izquierda que se reclamaba como lema en las calles, junto a la libertad y los estatutos de autonomía. En cuanto a la falsa acusación del supuesto silencio de la Transición sobre el franquismo y la Guerra Civil, el que fuera vicepresidente, apostilló: "Se han publicado 27.000 libros, se ha escrito más de la Guerra Civil que de la Segunda Guerra Mundial".

Valgan estas reflexiones en un momento en que la actualidad cuestiona la Transición y la Constitución y se arriesgan y se agreden valores fundamentales como la libertad -según el Constitucional durante el estado de alarma, el gobierno vulneró los derechos de los diputados -; la justicia cuando no se renueva el Poder Judicial y se ponen en juego su independencia y la separación de poderes, lo que provoca un intervencionismo abusivo, una intolerable inseguridad jurídica y una pérdida de peso específico internacional y de gestión política especialmente en Hispanoamérica, puesta de manifiesto estos días que celebramos el Día de la Hispanidad, con discursos capaces de falsificar y manipular nuestra Historia, suscitando una hispanofobia auspiciada por ciertas ideologías y singularmente por los movimientos secesionistas y otras opiniones de trasnochado indigenismo.

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