Nuevamente nos encontramos en una nueva aurora de un día grande para España y particularmente para la provincia de Huelva. Cada 12 de octubre, la Historia nos convoca a una celebración arraigada en nuestra conciencia secular, pero también a un recuerdo permanente de un hecho que tuvo su raíz y partida a orillas del Tinto y del Odiel.

La fiesta de mañana, día 12, Día de España y en ese concepto amplio de voluntades y hechos acaecidos por nuestra primera iniciativa, Día de la Hispanidad, nos hace detenernos en una visión real de la trascendencia de esta celebración.

Desde aquel alfa comenzado un 3 de agosto en Palos de la Frontera, hasta el omega de la llegada de nuestros marineros al otro lado de la mar atlántica, se escribió una singladura única para la humanidad que solo encuentra parangón, con naturales diferencias, en la conquista del espacio.

Hoy ese sentido de la Hispanidad, siempre cultivado en el amor a España, que se conservó con sagrada liturgia en el Monasterio de la Rábida, abrazando a todas la tierras del continente americano y a esas otras de la lejana Filipinas, se encuentran en fases de distinto desarrollo, fruto de las lógicas emancipaciones de aquellas tierra nacidas en nuestra habla y credo. Lo más triste para nosotros de ese sentido de Hispanidad abrazado en la Cruz y en la defensa de los valores españoles, está en nuestra propia tierra peninsular, donde una falsa y malintencionada interpretación de la Historia quiere separar un trozo de España, alimentando a grupos independentistas de ideas, odios y hechos, que ponen en estas fechas de octubre, una lágrima de dolor en todos los corazones de quienes sentimos la autenticidad de una España única, indivisible y sostenida en la fuerza y los valores de una Constitución igual para todos.

Hoy miramos a la Historia grande de nuestra patria, España, y en ese sentido de unidad debe estar la fuerza que nos ayude para defender esos valores que siempre dieron fuerza a nuestra manera de ser.

Los vaivenes políticos de los gobernantes, sus debilidades en la toma de posiciones concretas y la forma de actuar ante intereses que menoscaban nuestra integridad moral, no puede ser obstáculos para que hoy, con la frente alta, el corazón más limpio que nunca y el amor abierto a esa indestructible verdad rojo y gualda, nos sintamos más españoles que nunca, bajo el agua bendita que es la Hispanidad nacida en este rincón andaluz, bajo la protección franciscana de una veneración eterna a una imagen, Santa María de la Rábida, que fue portadora de la valentía de aquellos hombres, locos de siglos que hicieron la Historia, para el orgullo de esta tierra onubense impulsada por los vientos que llevaron a tres carabelas al nacimiento de una Nueva España, allende los mares.

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