Cuando terminaba la Feria de la Cinta, el verano anunciaba su fin. La plaza de la Merced engalanada comenzaba a desnudarse de fiestas. El cielo anunciaba una nueva época. Los niños ya habían comenzado su curso escolar y la ciudad tomaba un ritmo distinto. Eran otros tiempos.

Sin embargo, al paso de los años hay algo que no ha cambiado: la visión de la playa en septiembre. Me gusta volver a la orilla del mar esas tardes de este mes en que todo parece calmarse. La playa solitaria llama a los nostálgicos de la vida, a los románticos de ese cuadro real donde el mar, las olas, el cielo, la mojada arena de la orilla y el sol escondiéndose por el horizonte, forman un cuadro de un colorido impresionante, donde la grandeza de lo infinito nos empequeñece a los humanos.

Todo se va dando cita, poco a poco, para la llegada misteriosa, en silencio y en un compás deseado de una estación que aguarda para tomar su reino de meses.

La ciudad, la playa, el espíritu, están preparados. Va a llegar el otoño.

Dentro de unos días la estación otoñal habrá tomado posesión. Los días se van acortando vertiginosamente. El bullicio del verano ya es solo recuerdo añorado. El jugar de los niños sobre las candentes y doradas arenas de la playa es solo una visión de vida naciente llena de alegría. El amor, estrenado en tantas parejas jóvenes, es un anuncio de una nueva vida que ha brotado en el milagro de corazones llenos de ansias. Todo se va y todo llega. Es el ritmo de la vida que pasa.

Muchos creen que septiembre es un mes de dudas, de calma interior, de olvidos, de desesperanzas, de lentitud. Nadie se percata que el otoño es un compás juicioso de la vida donde todo tiene un eco poético de una filosofía aprendida a través de los años.

Septiembre era un mes de exámenes universitarios, donde a la balanza del saber se le daba una segunda oportunidad.

Septiembre sigue siendo una bajada de telón en tantas fiestas patronales que entre el fervor y las devociones hicieron nudo con las tradiciones populares, poniendo punto final a una serie de días que hicieron del verano su cartel más brillante.

La visión de septiembre siempre queda reflejada en la orilla del mar cuando en la mojada arena la firma de un tiempo pasado queda borrada por esa nueva ola que llega, afirmando que cualquier época, moda, costumbre, sentimiento de vida y sueño puede volverse invisible cuando una nueva cara llega con la fuerza de un imposible. El otoño se acerca. La vida continúa. Septiembre es igual.

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