Cuando la brisa fría de enero es una caricia de recuerdos, un sentimiento netamente onubense se implanta en el corazón devocional de nuestras tradiciones mas queridas.

Huelva vive la alegría patronal de san Sebastián, su santo protector de siglos. El pueblo no olvida nunca sus tradiciones y año tras año, permanentemente se dispone a celebrarlas con entusiasmo.

Para los onubenses la figura del Patrón es algo consustancial con nosotros, con nuestras creencias y devociones y con la fuerza de espíritu de un pueblo que se aferra a ellas en un sentimiento de amor profundo.

San Sebastián, especialmente para quienes nacimos aquí, es parte de nuestra familia. Todavía quedamos muchos de quienes le vimos en aquella solitaria capilla del llamado Cementerio Viejo, al final de la calle rotulada con el nombre del mártir romano y le acompañábamos en aquella sencilla y masiva procesión de onubenses hasta la Mayor de San Pedro, en la víspera de su fiesta. Cortejo popular, desordenado, pero muy expresivo en el cariño y calor choquero, a su abogado y protector.

Pero los tiempos han cambiado y tanto el lugar de la veneración a su imagen como esta misma, dieron paso a otros que siguen teniendo la máxima vigencia.

San Sebastián, como hace siglos lo fue San Roque, continúa siendo una bandera para nosotros en nuestra fe.

La ímproba y agradecida labor de la Hermandad de los Estudiantes, impuesta en su Junta de Gobierno desde hace ya muchos años, salvaron la procesión y celebración religiosa de su fiesta en periodos de dificultades. El Ayuntamiento de la capital nunca dejó de ofrecer su apoyo y cada año demuestra su sentido de responsabilidad popular cooperando a que las fiestas patronales vayan a más.

San Sebastián ayer y hoy es una devoción latente que se mantiene como proa marinera en el primer mes del año.

Actos como la entrega de las Medallas de Huelva, el Pregón del Santo en el Gran Teatro, la magna procesión por las calles céntricas y la presencia de los antiguos vecinos de un barrio que ya solo es recuerdo en nuestra mente, configuran una nueva celebración patronal que nos enorgullece.

Envueltos en un ambiente netamente localista, lleno de religiosidad en lo que representa la fiesta y quizás pisando esa alfombra de las hojas y envoltura de los clásicos y tradicionales palmitos, Huelva abriga sus recuerdos al compás de esa música inmortal, que sueña en nuestra alma cuando un barrio vuelve a vivir en nosotros con nombre y figuras onubenses que permanecen latentes como el compás del pasodoble torero que detenía nuestros sentimientos al pasar por aquella vieja casa, donde la Tertulia Litri también era expresión del cariño de una Huelva eterna, a sus recuerdos y a su Patrón.

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