Todos los días, cerca de mi casa, se reúne un grupo de adolescentes a hablar, reír y fumar un pitillo. Resulta inevitable oírles. Le dan un uso frecuente, festivo y hasta oportuno a las más inusuales palabras malsonantes del castellano, para insultarse entre ellos de una forma de lo más cariñosa. El sentido de pertenencia a esta pandilla se fortalece más por ese vocabulario tan vulgar que utilizan que por la manera de vestir o por la música que oyen. Pero no es preocupante, su uso es solamente transitorio y solamente utilizado entre ellos. Estas expresiones chabacanas desaparecen al mismo tiempo que los granos.

Distinto es cuando estas expresiones bastas y pedestres son utilizadas por adultos en entornos formales y no entre amigos. Rozando el ridículo (¿querrán parecerse a los adolescentes?) se acoplan a un vocabulario grosero y de mal gusto en los más formales contextos. Esta propensión creciente al uso y abuso de vulgarismos en ambientes ajenos, incluso en los medios de comunicación, en lo que se publica, en lo que se difunde a través de medios oficiales… no encaja con ese afán de preservar la lengua española, y aunque ni "fija" ni "limpia" ni da "esplendor" tampoco preocupa demasiado. A ver, ¿de verdad era gracioso ese insistente joder con el que terminaba todas las frases el presentador de los Goya? ¿Las coletillas no se guardan para casa? ¿Es que la elegancia solamente reside en llevar esmoquin?

Por otra parte, gracias a los Mujeres y Hombres…, a los Supervivientes o a los Grandes Hermanos cada día aparecen nuevas razones para convencernos de que lo vulgar está de moda, por una parte; por la otra, es que la ordinariez se contagia de forma rápida. No obstante, quiero pensar que el mal gusto es algo transitorio y, sobre todo, que el peligro de contagio solamente se extiende entre sus iguales.

Lo que realmente me parece grave es cuando se utilizan los vulgarismos como tapadera del odio. Cuando personas, "presuntamente" cultas, se embarran en un vocabulario soez entendiendo que son graciosas cuando en realidad son groseras. Cuando se utilizan los vulgarismos como arma de ataque hacia los políticos, por la única razón de no compartir ideología y lo intolerable, además de creerse humorista, es ridiculizarlos mediante apodos.

Aznar afirmaba que hablaba catalán en la intimidad; pues eso, si apetece ser grosero en el uso de la lengua, oral o escrita, hay que serlo en la intimidad. Es innecesario obligarnos a compartir sandeces soeces.

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