Alas pocas semanas del asesinato de monseñor Romero en El Salvador, hace casi 40 años, el obispo Pedro Casaldáliga escribió un célebre poema en el que ya entonces afirmaba: "El pueblo te hizo santo". No está de más recordar, en este día en que se hará oficial la canonización de Romero, que a los pobres de América latina, a "su pobrería", como él les llamaba, no les hizo falta nunca el derecho canónico para discernir lo que estaba claro.

Óscar Romero es uno de los personajes religiosos de más impacto de nuestra época. ¿Pero por qué? ¿Qué tiene de significativo este santo, otro más, en la nutrida lista con que la Iglesia compone su calendario? Para la gente sencilla que reconoce los hechos significativos de su vida y se han sentido interpelados por ellos, esa canonización popular tiene motivos. En primer lugar, por la autenticidad y coherencia de monseñor. Su martirio, como el de Gandhi o el de Luther King, no es sino la consecuencia lógica del riesgo que comporta la defensa de la verdad, y constituye una denuncia permanente contra los que alimentan el odio y la violencia, sus verdugos. Otra razón fundante es la con-pasión, el amor a los pobres, a los débiles, a los que no importan. La voz de Romero fue la voz de los invisibles, de aquellos que no tienen quien les proteja. Finalmente, me parece importante el valor de dejarse tocar por la realidad: Romero no era un tipo socialmente comprometido ni políticamente encaminado cuando llegó a la prelatura de San Salvador. Fue la indignación ante la injusticia, la rabia por la sangre derramada, la que convirtió su corazón y puso su vida entera al lado de los oprimidos.

Por eso su figura, su trayectoria, tienen un peso objetivo que fuerza a proclamar su ejemplaridad. Y no solo para los católicos. ¿Cómo ignorar a personas como él, cómo hacerlas pasar desapercibidas? Si se globaliza el dinero, el expolio de los recursos naturales, los problemas sociales, es importante tomar conciencia de otro tipo de globalización, la del compromiso, la de la verdad, la de la ternura. En la canonización de hoy estarán presentes los muchachos sin futuro de las maras salvadoreñas, los ahogados del Mediterráneo, las madres de Yemen, los niños de Siria… En un mundo de crueldad, de violencia, de desprecio a las víctimas, Romero, y muchos Romeros anónimos, encarnan la compasión, el amor, la justicia. Y eso actúa como un bálsamo en la conciencia colectiva, para que sigamos siendo humanos, sobre todo humanos.

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