Salvemos la hospitalidad

Lo que la guerra de Ucrania está visibilizando es que nada detiene a las personas que sienten su vida en peligro

Desde el inicio de la invasión de Ucrania, 130.000 personas han llegado a nuestro país como refugiados, la inmensa mayoría con permiso de residencia y de trabajo ya tramitado. Las previsiones son aún mayores, y si el conflicto se prolonga, España podría acoger un millón de ucranianos en los próximos meses. Para ellos se han dispuesto centros de estancia temporal y se potencia la acogida a través de redes familiares. A la respuesta favorable de los ciudadanos hay que añadir que el paraguas normativo para los ucranianos que están cruzando Europa es totalmente diferente. Este segundo elemento es fundamental para recibir a un número tan extraordinario de desplazados y claramente actúa de revulsivo de la hospitalidad. De hecho, la avalancha de apoyo ha sido asombrosa.

¿Cómo ha podido suceder esto, cuando el relato que circula por toda Europa va en dirección contraria? Precisamente los partidos de extrema derecha han encontrado en el miedo al emigrante el nicho de votos más eficaz. Pero parece demostrado que, si las respuestas institucionales al fenómeno de los movimientos migratorios (sea cual sea su causa) son coordinadas y favorecen la integración, la actitud ciudadana también lo es. Y en este punto, no puedo dejar de pensar en el incendio que esta semana ha arrasado 20 chabolas en un asentamiento de temporeros en Lucena, y en que la réplica a esta realidad tan terrible sea la promesa… de una nueva reunión entre las administraciones, que llevan años enredadas en una espiral de excusas. Lamentablemente, todo lo que se deja de hacer (y en este caso es mucho, es casi todo) acaba dejando espacio a los discursos xenófobos y racistas.

Lo que la guerra de Ucrania está visibilizando es que nada detiene a las personas que sienten su vida en peligro. Que los desplazamientos forzosos van a seguir aumentando, porque las causas que los originan tienen muy mal pronóstico: guerras, catástrofes climáticas, falta de perspectivas económicas y vitales… Que la responsabilidad de las instituciones es ineludible, pero que resulta ingenuo pensar en una solución únicamente por ese lado. Y que hay respuestas que nos competen: está a nuestro alcance abrir los ojos a una realidad dolorosa, convertirnos en personas y comunidades hospitalarias. Hemos demostrado que también somos una sociedad que se organiza y es capaz de acoger, que no se deja arrinconar por el miedo a "los otros". Salvar la hospitalidad es, siempre, salvarnos a nosotros.

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