Salvadores y salvadoras

Con la crisis han aumentado las maravillosas recetas solucionadoras de todo y las utopías descabelladas

Más de un autor, al abordar el final del mundo clásico romano, se ha preguntado y sorprendido sobre cómo fue posible el paso del paganismo, en el que había múltiples dioses a los que adorar, al del cristianismo, en el obligatoriamente sólo era a uno. Ello supuso el final de la libertad religiosa. Al respecto, hoy en día, hay explicaciones claras y contundentes. En un reciente libro, La edad de la penumbra, Catherine Nixey ofrece una bien documentada exposición de las acciones que consiguieron que el cristianismo se impusiera. La lista es amplia: mentiras; destrucción de imágenes y templos de otros dioses, así como de todo aquello que se pensaba que era obra del demonio; confiscación de propiedades; asesinatos y así un largo etcétera. No obstante, hay algo más que merece la pena mencionar por sus efectos nocivos: la existencia de salvadores, quienes estaban convencidos de que tenían que salvar las supuestas almas de sus semejantes, quisieran o no aquellos a los que sentenciaban por no asumir su fe. De esta forma, se cometieron auténticas atrocidades que pretendían -decían- llevar al rebaño por el buen camino. Todo esto forma parte de una crónica que por incómoda y vergonzosa se oculta. Por supuesto, hemos mejorado pero no tanto como parece. La verdad es que los modos en cómo se establecen las imposiciones se han transformado, más soportables gracias al avance de las libertades, pero ahí están, fruto de que sigue existiendo esa variedad humana de los salvadores y, en un alarde de lo políticamente correcto, de salvadoras. Siempre los ha habido pero con el advenimiento de la crisis económica actual han florecido como plantas silvestres, predicando sus maravillosas recetas solucionadoras de todo y sus descabelladas utopías; a veces, globalmente, y, en otras ocasiones, en pequeñas dosis, con sus tintes de sí o sí, sin alternativas. Llevamos ya varios años en los que se ha perdido hasta el sentido común y el esperpento se ha convertido en lugar común en el ámbito de la política. Ahora, por ejemplo, a raíz del problema suscitado por lo de las hipotecas, que ha dañado la imagen de la justicia española, se han lanzado al ruedo un buen número de salvadores, desde Pablo Iglesias, con sus iniciativas, a Pedro Sánchez, con su Real Decreto, entre otros. ¿Por qué no se paran a pensar un poquito? ¿Es que tienen alergia a la reflexión y lo único que les sientan bien es el populismo? Probablemente, es que creen que nos están conduciendo a la Tierra Prometida.

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