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Valle Coronado Vázquez

Doctora en medicina. Académica de Número de la Academia Iberoamericana de La Rábida

Salud y dignidad en el envejecimiento: Una responsabilidad de todos

La revista inglesa The Lancet ha publicado recientemente un artículo sobre cómo debería ser el envejecimiento en la era postcovid: "Ageing in a post COVID world", donde se recogen algunas conclusiones del informe elaborado por la Cámara de los Lores sobre Ciencia, Tecnología y Vida Saludable. En dicho documento se proponen una serie de reformas que el gobierno de Reino Unido debe acometer para alcanzar el objetivo de mejorar la calidad de vida en la ancianidad, promoviendo el envejecimiento saludable, y en lugar de dirigir las actuaciones para aumentar la esperanza de vida, orientarlas hacia el incremento de los años libres de enfermedad.

Con frecuencia se tiende a asociar la vejez y la enfermedad, sin embargo, esta última no deriva necesariamente de la primera, siendo más probable encontrarla en relación con las condiciones en que las personas desarrollan su existencia. Por ello, una de las propuestas es el estudio de los mecanismos por los que un bajo nivel económico y social puede afectar a la salud de los ancianos y cómo intervenir para prevenirlo, haciendo hincapié en disminuir las inequidades, porque de ello depende en gran medida la salud.

El desarrollo de la inteligencia artificial y la robótica son herramientas válidas que pueden contribuir a mantener una vida independiente durante años, por lo que en el informe se hace una llamada al gobierno para que fomente la investigación y el desarrollo de estas tecnologías, que deben estar al alcance de las personas provectas. Esto conlleva la necesidad de favorecer una educación digital para todos, pero fundamentalmente dirigida a los grupos con más desventajas sociales, de forma que se reduzcan las desigualdades debidas a la edad, el nivel socioeconómico o el educativo.

La actual pandemia ha puesto en el punto de mira las condiciones en las que viven las personas mayores: abandonados en los centros residenciales o en sus casas, sin recibir los cuidados que precisan, viviendo en una soledad no deseada y excluidos de la sociedad. Una situación de precariedad asociada a la inseguridad por la reducción en la protección social y al aumento del riesgo de enfermar, lo que debería alertar a las instituciones públicas y a sus gobernantes sobre el trato injusto que están recibiendo los ancianos y diseñar estrategias dirigidas a preservar la dignidad de las personas en la senilidad.

Ahora tenemos la oportunidad de cambiar esta situación y es responsabilidad de todos como sociedad, el hacerlo, cultivando la solidaridad y promoviendo los cuidados desde el ámbito público y el privado con la familia y los amigos, más si cabe cuando la vulnerabilidad y la fragilidad debilitan al individuo que ve perdida su independencia. Para ello, habría que tender hacia un modelo ecológico de envejecimiento, como el planteado por Lawton y Nahermow que proponen evitar espacios con diseños rígidos, impidiendo que sean totalmente accesibles y que puedan quedar obsoletos cuando las necesidades de las personas cambian. En su lugar se plantean entornos flexibles que ayuden a mantener las capacidades de los ancianos y que permitan una adaptación continua a sus necesidades, mediante una interacción equilibrada entre las potencialidades de las personas, determinadas por su salud física y psíquica, el grado

de independencia y la calidad de vida, y la presión ambiental marcada por el entorno familiar y social. Solo de esta forma se evitará un excesivo paternalismo que impide que las personas mayores se involucren en sus vidas o que queden recluidas en residencias sin participar en las decisiones.

Tenemos que aprovechar las oportunidades que nos da la ciencia y la tecnología para mejorar las condiciones de vida en la vejez, pero esto no será suficiente para devolver a los ancianos el lugar que deben tener en la sociedad. Para ello habrá que darles participación en la toma de decisiones, brindarles un espacio para el diálogo y, en definitiva, humanizar ese tiempo de existencia, que le es propio y que en el futuro será de los que hoy aún son jóvenes. Porque, a decir de Simone de Beauvoir, "la vejez no es la conclusión necesaria de la existencia humana", y hay que favorecer que las personas alcancen una vida digna en la fase final de su existencia.

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