La otra orilla

Javier rodríguez

Salud y bienestar

La salud y el bienestar han pasado a ocupar un lugar destacado en las agendas políticas públicas

A mi me parece que, contra todo lo que la situación de la pandemia que estamos sufriendo nos invita a creer, debiéramos ser optimistas en lo que se refiere al tercer objetivo de desarrollo sostenible que nos plantea la ONU. Es verdad que ahí están el SIDA (hay más de 15 millones de personas con VIH a las que no llegan los tratamientos antirretrovirales), las graves desigualdades que mantienen alejadas a grandes capas de la población de los progresos en materia de salud, especialmente en el continente africano, (400 millones de personas no tienen acceso a servicios de salud), la contaminación, que, según los cálculos de la propia Organización de las Naciones Unidas, mata anualmente a 7 millones de personas, la lentitud en los avances científicos sobre los tratamientos para enfermedades raras, para el cáncer... o los problemas de salud mental, que tanto sufrimiento generan en millones de personas en todo el mundo.

Sin embargo la medicina y la sociedad entera han logrado importantísimos avances en la lucha contra enfermedades que hace bien podo suponían la principal causa de muerte y contra las que pocas esperanzas cabía albergar y no sólo porque la ciencia haya encontrado tratamientos para estas enfermedades o vacunas para evitarlas, sino porque la salud y el bienestar han pasado a ocupar un espacio privilegiado en las agendas políticas y en los presupuestos de los países y porque se ha impuesto una cultura de la Salud Pública que nos hace a todos corresponsables de las mejoras en alimentación, hábitos de vida saludables, campañas de vacunación…

El virus que provoca la Covid-19 pone en jaque todos estos avances, pero también nos hace volver la mirada a la importancia de redoblar esfuerzos en materia de salud. Esos avances nos han permitido pasar un siglo entero sin una pandemia de las dimensiones de la que estamos viviendo ahora mismo, lo cual nos había generado una sensación de invulnerabilidad que nos ha llevado a minimizar los avisos de los expertos, a desinvertir en I+D+i y en el propio sistema sanitario y a olvidar que la salud es un asunto colectivo, que el no contagiarme yo ayuda a que no se contamine mi vecindario, mi familia, la gente con la que trabajo y que estos hagan lo propio con su vecindario… y que de esa lógica no escapa nadie en el mundo. Por eso es tan importante que nos tomemos en serio ese ODS 3 y por eso es importante que nos creamos que son viables.

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