Bolsonaro, el ultraconservador presidente de Brasil (seguro que presume de ese ultra), siguiendo esa línea tan de moda de formar equipos de gobiernos como si seleccionaran intérpretes para el festival de Eurovisión (desconocidos, extravagantes, los que más llamen la atención…), no habrá dudado en elegir a Damares Alves, abogada y pastora de la iglesia evangélica para un ministerio cuyo nombre parece un título de una canción de Pablo Alborán: Mujer, Familia y Derechos Humanos.

Cuando esta ministra se presentó definiéndose como una mujer "terriblemente cristiana", temblé porque los que se autodefinen como "terriblemente cristianos" que conozco, tienen una mentalidad "terriblemente cerrada". Aun así, se ha dado a conocer en todo el mundo por esa actitud de "enseñar al que no sabe" porque es ella la que lo sabe todo, originando que sus ideas tan mega conservadoras como inoportunas, se divulguen por todo el mundo. Por otra parte, tan cansados como estamos de independentismo, promesas electorales y empujones por el poder, hacerse con los pensamientos de esta señora es asegurarse algunas sonrisas.

La principal actividad de esta ministra, como buena pastora, consiste en predicar: que si la mujer ha nacido "para ser madre" (o sea, olvídense de sus derechos como persona y condenen a las que optan por no serlo); que si le ha pedido al colectivo de LGTB, que sean ellos los que se acerquen a su ideología conservadora, no al revés, y conociendo las frecuentes declaraciones homófobas del presidente… En cuanto a su exaltación de "rosa para las niñas y azul para los niños", sonando a chiste, ha conseguido fotos en las redes de insignes hombres brasileños vestidos de rosa.

Pero el top número 1 de desvaríos es asegurar, sin explicar la razón, que la princesa Elsa, de Frozen, huye a la montaña nevada porque es lesbiana. Adelantándose al final de la segunda parte de la película, (se rumorea que la princesa despierta del sueño eterno por el beso de otra chica), vaticina firmemente que esto conseguirá que más chicas se hagan lesbianas. La factoría Disney lleva años perpetuando finales felices de príncipes enamorados de chicas humildes. Si el cine influye de esa forma en los jóvenes, ¿cómo es que existen, en la vida real, tantas parejas del mismo sexo?

Señora ministra, ni la homosexualidad ni la violencia ni la drogadicción las ha originado el cine ¿no será que el cine reproduce lo que sucede en la vida cotidiana? ¿No será ese inconfesable miedo a la libertad?

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