En una semana se ha acabado todo. Décadas de robos al por mayor se han terminado en siete días. Una semanita y a otra cosa. A las terminales de agitación y propaganda del régimen, todas las televisiones, les ordenaron pasar de puntillas sobre la demoledora sentencia de los ERE y las voces del amo han cumplido la consigna. De la misma manera que les ordenaron estar semanas mordiendo la yugular de Cristina Cifuentes por los dos botes de crema robados, veinte euros, la misma infantería mediática ahora ha obedecido lanarmente y a los pocos días de la sentencia es ya la hora en la que han enmudecido. Además, en lo escaso que han hablado, en voz baja y entre dientes, han tratado de exculpar a sus señoritos con argumentos que han sonrojado hasta a los niños de guardería que se han enterado. Que si esos eran otros, que si no se han lucrado personalmente, que si eso es agua pasada. Franco, que murió hace 44 años, no es cosa pasada, los ERE que son de ayer mismo, sí. Al presidente valenciano Camps le regalaron dos trajes y eso era un enriquecimiento intolerable. Malversar centenares de millones de euros de dinero público no es enriquecimiento. Desde luego que es para eso y no echar gota. Yo te doy dinero público a espuertas para que te vaya bien y me votes eternamente, eso es poca cosa. Yo te doy una pensión inmerecida, tú me votas y yo sigo años con un sueldazo de miles de euros en la Junta; eso también es poca cosa. Y así multiplicado por miles y miles de casos hasta sacar cientos de millones de las arcas públicas, eso no es robar, eso es ser Robin Hood. El caso es que el legendario personaje inglés robaba a los ricos y se lo daba a los pobres. Estos lo hacían al revés. Robaban a los contribuyentes que se levantan a las seis de la mañana para trabajar, los pobres, y se lo daban a amiguetes, afiliados, compadres, compañeros, camaradas y familiares, los ricos. Todos ellos, naturalmente, votaban a sus donantes hasta con los pies.

Roben, malversen, estafen, delincan, mientan, váyanse de mariscadas, de muchachas y de rayitas, pero no nos tomen por idiotas. Estamos ya muy criaditos, algunos ya abuelos, os conocemos, hemos hecho juntos algunos trayectos de este viaje finito que es la vida. Respetadnos, por favor. Haced lo que os dé la gana y los jueces permitan por no enterarse, pero no nos toméis por imbéciles. Habéis robado a manos llenas. Pedid perdón. Tened dolor de corazón. Prometed no volver a hacerlo nunca más. Cumplid la penitencia que os ha impuesto un tribunal. Y luego hablamos y lo que haga falta. Pero mientras, por favor, no nos toméis el pelo más, que ya nos queda poco.

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