Como si llevásemos años viviendo tiempos de altura política, planteamientos sosegados, reflexión y mesura, los estrategas de los partidos políticos han descubierto ahora que lo mejor para hacerse oposición entre sí es ponerse detrás o delante de una pancarta. Cualquier tema vale, ya sea la lucha por la igualdad de la mujer, la situación de los pensionistas o el dolor de quienes piden que los asesinos de sus familiares pasen en la cárcel el mayor tiempo posible. Lo importante parece ser que es salir a la calle y hacerse unos selfies con los compañeros de formación para luego colgarlos en el facebook y demostrar lo molones que somos cuando nos da por ponernos reivindicativos. Colgarse del hombro del de al lado con sonrisa de "qué bien lo estamos pasando" es la versión 4.0 de la chaqueta de pana que se calzaba Felipe allá por los 80 o 90 cuando se iba de mítines. Muy enriquecedor.

Esta semana, Ruth Ortiz ha lanzado una andanada muy dura contra el PP porque el domingo toda su plana mayor acudió a la manifestación celebrada en la plaza de las Monjas para reclamar el mantenimiento de la prisión permanente revisable. Las palabras de la madre de Ruth y José fueron muy duras, tanto que otros compañeros de tragedia como Antonio el Castillo o Juan José Cortés no tardaron en salir a contradecirla y decir que hablaba a título individual. Y tanto. Tanto como que el fondo de la cuestión, la excesiva presencia ante las cámaras, era irrefutable. Y todo esto porque unos y otros (partidos) han llegado ya al nivel de lanzarse a la cara hasta a los fallecidos con tal de desgastarse entre ellos. Lo dicho, muy enriquecedor.

Ahora que parece que la crisis comienza a quedar algo más lejos y que el empleo va algo mejor, encoge el alma ver que tras todo lo que ha ocurrido quienes están llamados a dirigirnos han aprendido muy poco de ella. Hastiado como está el país de escuchar día sí y día también quién se lo ha llevado calentito de uno u otro lado, la estrategia consiste ahora en dinamitar los acuerdos básicos de convivencia a cambio de los votos. Cuando la sociedad ha aprendido a apretarse el cinturón al máximo; cuando se ha dado cuenta de que sin formación no se va a ninguna parte y que el dinero fácil se va tan rápido como llega; cuando los pensionistas del hoy marchan en las calles anunciando lo mal que lo vamos a pasar los del mañana... Cuando todo esto ocurre, la solución de los partidos es pegarse con el palo de la pancarta. Aquí nadie está dispuesto a tener altura de miras y sentarse a negociar un nuevo pacto de Toledo, una reforma educativa, una revisión del código penal o la refinanciación de una sanidad boqueante. No, aquí lo importante es culpar al contrario de todos los males.

Y mientras todo esto ocurre, el españolito de a pie se aguanta las náuseas y maldice por doquier. Estomagado, mira alrededor buscando a quien le saque del lío. Pensando, como dijo el viernes en la asamblea de la FOE su presidente, José Luis García-Palacios, "por qué no se cambia esa manida frase del y tú más por la del y tú también". Cooperar en lugar de ladrar. ¿Utopía? Cierto. En lo que estamos ahora es en el ridículo de pancartas.

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