Revolución Cultural

El odio actual a toda herencia del pasado, el odio a la familia y a los mayores son una herencia de la Revolución Cultural china

Por desgracia, conocemos muy mal lo que ocurrió durante la Revolución Cultural China que se inició en 1966. De hecho, estoy seguro que muchos historiadores jóvenes ignoran quién fue Mao Zedong (o Mao Tse-tung, como se escribía antes). Por supuesto, también ignoran lo que ocurrió durante la Revolución Cultural. Y eso es grave porque lo que se está viviendo en Occidente se parece mucho a lo que ocurrió durante la Revolución Cultural china. El odio a toda herencia del pasado; el odio a las familias y a las personas mayores; el odio al saber y a los conocimientos empíricos; el odio a la independencia judicial; el odio a las personas mayores; el odio a la educación tradicional; el odio a las viejas normas que garantizan la convivencia civil; el odio mismo a la Historia como disciplina: todo eso que estamos viviendo está directamente emparentado con la Revolución Cultural de Mao Zedong. Y convendría recordar también que la Revolución Cultural fue instigada por el propio Mao desde el poder para contrarrestar las críticas a su ruinosa política económica que había causado una de las mayores hambrunas de la historia de China. Si Mao lanzó a sus guardias rojos a la calle, fue para asegurarse a toda costa el poder. Y durante la Revolución Cultural, los guardias rojos destruyeron a martillazos las estatuas de Confucio, saquearon las tumbas de los emperadores de la dinastía Ming y sometieron a escarnio público a los profesores y artistas que consideraban "intelectuales capitalistas". Al rector de la universidad de Pekín lo mataron a garrotazos en la calle. Y miles y miles de maestros fueron humillados en público por el simple hecho de ser considerados "burgueses corruptos". ¿Les suena?

Pues bien, el debate que hay ahora mismo en contra de la meritocracia o de las herencias familiares (o la obsesión por desmantelar el sistema de enseñanza fundado en los conocimientos) está reproduciendo los mismos mecanismos de control social que impuso la Revolución Cultural china. Estas iniciativas siempre se excusan en la defensa (falsa) del sector público, pero su verdadero propósito es construir una sociedad colectivizada en la que unos pocos líderes políticos y una clase funcionarial parasitaria exploten sin descanso a los pobres asalariados y a lo poco que quede de la clase media. No hay más. Y eso es todo.

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