Ha comenzado lo que pudiéramos llamar una nueva era colegial. Para los apresurados amantes de la trascendencia es histórica. Si ellos lo desean, la llamaremos así. De cualquier manera la experiencia se las trae, como lo expresaríamos vulgarmente. Salvo para los más pequeños, los que empiezan, el cambio en la estructura docente, puede perfilar si lo conseguido hasta ahora ha sido eficiente, práctico y sobre todo constructivo. Si efectivamente es la "juventud más preparada de la historia o del mundo". A la hora de los maximalismos no ahorramos hipérboles y exageraciones de todos los calibres. Lo que estamos viviendo, salvo comportamientos correctos y responsables, muestra ejemplos de todo lo contrario: aglomeraciones frecuentes, desmanes en el incumplimiento de las normas, reuniones masivas sin mascarillas ni distancias de seguridad, botellones, fiestas, manifestaciones improvisadas, acogidas multitudinarias de un equipo de fútbol que, además, perdió la eliminatoria, y otras aberraciones igualmente condenables. Parece que el civismo ha puesto al desnudo sus indeseables carencias entre nosotros. Insolidaridades e irresponsabilidades directamente proporcionales al delirante nivel educativo que han provocado en nuestra juventud las leyes de enseñanza vigentes estos últimos años.

Y si de enseñanza hablamos no ha podido resultar más caótico el extremo de improvisación y precipitación a los que se ha llegado al preparar el comienzo del curso dentro del escepticismo generalizado, incertidumbre y preocupación de padres y profesores, ante lo dispuesto por gobierno y comunidades que antes debieron llegar a un programa más madurado y que ofrezca superiores garantías de seguridad en las aulas cuando la pandemia azota implacable y son más jóvenes los afectados por ella. El inicio de las clases es un reto decisivo en las actuales circunstancias: "Nos enfrentamos al curso más difícil de la historia educativa", afirmaba Enrique Jabares, Presidente Regional de la Asociación de Directores de Primaria y Residencias Escolares.

Retos también para el Presidente del Gobierno cuando para sus pretendidos acuerdos políticos no encuentra el clima de entendimiento necesario ni entre sus socios ni entre la oposición, contando con que la pandemia es su obstáculo principal, pero también la urgencia en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, lograr el diálogo social, evitar la desestabilización institucional y las discrepancia internas. Pero en este tira y afloja es necesario ceder por parte de unos y otros y anteponerlo al afán de mantener el poder. Este empoderamiento a ultranza es otra especie de endemia contagiosa que afecta a muchos. Salvando las distancias y las trascendencias pienso en Messi, con su inadmisible prepotencia sobre su propio club y sus propios dirigentes. Mal ejemplo. Falta de humildad, disciplina y auténtico espíritu deportivo, que contrarían tanta admiración, afición y fanatismo.

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