El Malacate

Javier Ronchel

jaronchel@huelvainformacion.es

Responsabilidad ciudadana ante la Covid

Tengo Covid. Estoy en cama desde la noche del viernes, aislado de mi familia, con síntomas propios de una gripe con mala uva, con la cabeza a punto de estallar, fiebre incómoda y una tos improductiva que altera cualquier intento de descanso. Pero eso no me hace especial. Sólo soy uno de los 1.454 contagiados en la provincia de Huelva desde este lunes. Uno de 200.000 en todo el país, que no es ajeno a una tendencia en Europa y en todo el mundo, que ha disparado las alertas, sea la variante ómicron la que está detrás o no.

Y estoy vacunado, claro. Con dos dosis este verano, pendiente de la tercera. No quiero pensar cuáles serían los síntomas, y las consecuencias, si no tuviera la pauta casi completa. De hecho, quienes no la tienen son los que están ahora ocupando casi al completo los hospitales en planta y UCI, expuestos a las nuevas cepas, más contagiosas y graves, que están haciendo estragos en la población mundial. Lo ha dicho de un modo muy rotundo el presidente Joe Biden: "Quienes no se hayan vacunado se enfrentan a un invierno de enfermedad y muerte".

El 23 de febrero falleció alguien importante de mi familia. Mi tío Alejandro nos dejó después de un mes de lucha en la UCI, aislado de su familia, solo, aunque todos estuviéramos detrás empujando, en circunstancias que nadie querría para alguien cercano y querido. No le dio tiempo a recibir la vacuna y tampoco le libró su celo por evitar el contagio ni su buen estado de forma, a pesar de superar los 75 años. Le quedaba mucho por vivir, por disfrutar de sus nietos, de sus hijos, de su esposa, a quienes ha dejado hundidos este año. Nada distinto, por desgracia, de lo que le ha tocado a tantas familias que han perdido a alguien por el coronavirus.

Todas estas experiencias, más intensas cuanto más cercanas, son una muestra de la gravedad de una pandemia que no sólo ha alterado nuestro modo de vivir sino nuestra propia salud. La de todos. Y es por eso mismo por lo que hay que apelar a la responsabilidad general. No queda lugar para la relajación ni para la fiesta. Ni para salvar una economía que se puede enfrentar a un panorama realmente desolador cuando nos demos cuenta en unos días que la escalada de contagios no se debe permitir más treguas.

La población debe estar por encima de la flexibilidad que permiten las autoridades. Mejor usar mascarilla en la calle, aunque no sea obligatorio, y posponer las grandes concentraciones y las comidas de grupos numerosos en recintos abarrotados porque la evolución de estos días no invita a ello. ¿Se imaginan unos nuevos Reyes Magos sin Cabalgata? Mucho me temo que vamos a ello. Seamos responsables por toda la población.

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