La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Réquiem por una reina pop

Vestida por John Bates con cuero y diseños op-art, Diana Rigg fue un icono de la cultura popular de los 60

Ha muerto Diana Rigg. Para los más jóvenes, la señora de la Casa Tyrell de Juego de Tronos. Para los menos jóvenes, la señora Peel, la reina pop de Los vengadores: belleza aterciopelada, sonrisa irónica e inteligente, cuerpazo vestido con un ajustado traje de cuero y diseños op-art.

Cuando fue seleccionada para interpretar a Emma Peel, sus compañeros de teatro casi le escupen. Se había formado en la Royal Academy, debutado en 1957 en El círculo de tiza caucasiano de Brecht y en 1959 se había unido a la Royal Shakespeare Company actuando entre ese año y 1965 en Otelo, El mercader de Venecia, La fierecilla domada o Macbeth; y había formado parte del elenco del estreno en Londres de Becket o el honor de Dios de Anouilh junto a Eric Porter, Christopher Plummer e Ian Holm. Pero no lograba primeros papeles, había que pagar facturas y la productora británica ABC -que acababa de vender la serie para su emisión en Estados Unidos en horario preferente- le hizo una oferta que no pudo rechazar.

Entre 1965 y 1968 Diana Rigg interpretó con sentido del humor y atractivo arrollador una señora Peel rabiosamente pop vestida por el modisto del Swinging London John Bates con modernos diseños op-art. Si le añaden el contrapunto del carapalo Patrick Macnee vestido por Cardin como un caballero inglés con bombín y paraguas -armas mortales ambos, por supuesto-, una realización que bebía del cómic y la serie Bond, y la fantástica sintonía pop de Laurie Johnson, bicho raro de rigurosa formación clásica y dominio del jazz y el pop, tienen las claves del éxito de la serie que los ingleses vendieron a un centenar de países.

Tras dejar la serie -en parte por ser una de las primeras actrices televisivas que lucharon por la equiparación salarial con su compañero de reparto- aceptó el papel de Tracy en el primer Bond no interpretado por Connery, Al servicio secreto de SM. Error. El desastroso no actor George Lazenby se lo cargó. Y Rigg volvió al teatro. Lo único bueno que la película le deparó fue que John Barry dedicara a su personaje una de las grandes canciones de amor de la historia del cine: We Have All the Time in the World cantada por Louis Armstrong. Se la dedicamos en su despedida. Aunque inmediatamente después, para no entristecer su inteligente sonrisa y su sentido del humor, suene el juguetón tema pop de Laurie Johnson para Los vengadores.

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