Muchas veces escribimos aquí que nuestro sistema democrático no es perfecto y que nos faltan ciertos principios para disfrutar de un pleno, absoluto y auténtico Estado de Derecho. Entre otros, la separación de poderes es el fundamento de una democracia total. Por si fuera poco en pleno apogeo de un desconcierto político como el que vivimos -¿y cuando no?-, esta insólita situación política nos sorprende con la decisión del Gobierno de registrar una proposición de Ley de Estabilidad Presupuestaria que suprimirá la capacidad de veto del Senado. Una reforma pactada con Podemos -el inequívoco rédito del apoyo podemita a la moción de censura que el Ejecutivo socialista tiene que ir pagando inexorablemente-, que allana el camino para el apoyo del Congreso a esas metas de déficit alentadas por los partidos que se han mostrado favorables y que permitirá eludir la mayoría absoluta que el PP tiene en la Cámara Alta y menoscabar en todo lo posible el control del Ejecutivo. "Así se empezó en Venezuela", recordaba oportunamente Rosa Díez.

Una manera de alterar o burlar la legalidad vigente por medio de "trampas y truquillos", como declaraba el secretario general de Ciudadanos, José Manuel Villegas, o de "cargarse la separación de poderes con filibusterismo parlamentario", como aseguraba el presidente del PP, Pablo Casado. Algo que va mucho más allá y de mayor trascendencia en el devenir legislativo que otras medidas de distracción y de encubrimiento de quien gobierna no sólo en aplastante minoría sino también con la ausencia de eficaces medidas para resolver los más graves problemas del país y que más afectan a los ciudadanos. Una alteración del ordenamiento jurídico institucional propio de un Gobierno cuya tendencia al intervencionismo y el decreto ley, propio de regímenes autoritarios, es cada día más evidente.

Y entre tanta dejación a la hora de afrontar los problemas más acuciantes, hasta el fugado golpista Puigdemont insta a Sánchez a "pasar de la retórica de gestos", gestos de indiferencia, la rectificación extemporánea y la equidistancia, por lo que abundan los reproches como la forma de llegar a La Moncloa, sus socios Bildu o los golpistas catalanes, sus primeras decisiones como presidente, su avión oficial para ir al FIB, la crisis del Aquarius y el conflicto migratorio, el sospechoso empleo de su mujer, los 500 "enchufes" del nuevo Gobierno socialista, la subida de impuestos, el acercamiento de presos de ETA y golpistas del proceso independentista a cárceles vascas y catalanas, la manipulación en TVE, la demora en la convocatoria de elecciones... actuaciones muy criticadas no solo en el escenario político español sino también en las redes sociales. Y la controvertida exhumación que ojalá sirva para acabar de una vez con los odios, los rencores, las venganzas, los revanchismos, los espectros del pasado y la llama incandescente de una reversión imposible.

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