Relaxing cup of café con leche in Plaza Mayor". Esta frase, motivo de todo tipo de comentarios, desde el humor a la descalificación, incluso fue considerada como la séptima metedura de pata de aquel año 2013 por la revista Times, para algunos injustamente porque consideraban debería haber sido considerada la primera. Y es que la protagonista de la misma, Ana Botella, a la sazón alcaldesa de Madrid, se convirtió en el hazme reír de una izquierda obsesionada con el manejo del Poder en la capital española - aunque les venía muy bien que la designación olímpica fuera para otra ciudad - y no dejó de recibir críticas desde los grandes aspirantes "olímpicos" de la derecha. El error, creo, no fue tanto hablar un pobrísimo inglés como no hacerlo en español, más estando en Argentina, y sabiendo que este tipo de designaciones para eventos de ámbito universal se hacen en base a otros criterios mucho más fundamentados en aspectos económicos, comerciales, influencias de lobbies y hasta políticos que no lingüísticos.

Aquella frase ¿desafortunada? O erróneamente calculada en cuanto a su peso entre los decisores y la consiguiente derrota de Madrid -aunque como suele ser habitual entre nosotros, el cortejo mediático habitual y la trompetería del Poder, nos daban por ganadores antes de competir- a favor de Tokio, finalmente, se convirtió en casi un drama con impacto negativo en la autoestima colectiva y en la marca España. Imaginen cómo sería el discurso político si esto en lugar de 2013 sucediera en 2021. Sería el apocalipsis. Sin embargo, el tiempo, juez implacable de los acontecimientos, ha terminado en consonancia con la pandemia, por convertir una frase desafortunada en un verdadero salvavidas para España. Aquella derrota olímpica se ha convertido en un desahogo económico y, desde luego, ha impedido una mayor tensión en las relaciones políticas, sociales, económicas, laborales… ¿Cómo estaríamos hoy, tras las inversiones obligadas, el aplazamiento inexcusable de un año y el incremento de costes consecuente? Ello, con la deuda pública existente, la actualización de los patrocinios, seguramente a la baja por la obligada ausencia de público, los miedos ante los riesgos de contagios y el sobrecoste de las medidas de control para impedirlos… en definitiva, se calcula que el incremento del coste de estos Juegos Olímpicos en Tokio -con fuerte debate público en la sociedad nipona- es de más del doble de lo inicialmente presupuestado y alrededor de un 20% más vinculado a las variaciones imprevistas impuestas por la pandemia, hasta el punto de que faltando 48 horas para el inicio, aún se especulaba con una posible suspensión. Algo, sin duda, inimaginable, pero si podemos imaginar que, aunque sin quererlo, la ex alcaldesa, nos libró de conflictos, más ruina de la que ya tenemos y podremos ver los Juegos con un "relaxing cup of café con leche in… donde ustedes quieran".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios