Reflexiones reales

La S sinuosa, de sospecha, serpenteando, trata de ocultar el propósito "real"de sus acciones

He dudado cómo titular este Surcos Nuevos. Iba a llamarse Méritos y deméritos del rey emérito, en un juego de palabras de la misma familia. De los méritos de Juan Carlos I se ha escrito mucho y quizá de lo mejor en Rey de la democracia (Galaxia Gutenberg, 2017), compuesto con los ensayos de ocho prestigiosos pensadores. Su editor, José Luis García Delgado, resalta su papel determinante en la estabilidad y apertura al exterior de nuestro país, que ha favorecido la internacionalización de nuestras empresas. Precisamente ha sido esta apertura al exterior, en oscuras vertientes políticas y económicas, la que propicia así mismo los deméritos del anterior monarca, causado por dádivas que han perdido el secreto planeado para ellas. La conexión con devaneos amorosos de elevado voltaje añade morbo a la situación. Hace dos semanas, en estas mismas páginas, Carmen Camacho trataba el tema con perspicacia en El rey demérito.

Un segundo título posible era mucho más escueto, formado por solo tres mayúsculas: SAR (Su Alteza Real). La A sería como la punta de una flecha que apunta al cielo de la democracia perfecta (en el trayecto, es verdad, un purgatorio que se hace interminable). Obsérvese cómo la R de Real asienta firmemente sus pies en la tierra, una loable muestra de pragmatismo si no estuviera contaminada por la sospecha de que se ha aplicado, no solo para el bien colectivo, sino además en provecho propio. Como inicial, la S sinuosa, de sospecha, que serpenteando trata de ocultar el propósito "real" de sus acciones.

Me decidí finalmente por un título más convencional, Reflexiones reales. Llegando con estas reflexiones a la infancia del que fue primer rey democrático de España, me imagino a un niño nacido en el extranjero que, al llegar a la adolescencia, es trasplantado a un país dictatorial en el contexto de una lucha de poder entre su padre, don Juan, que sueña con la restauración monárquica, y un caudillo que se cree enviado por el Dios del Antiguo Testamento para salvar la patria a toda costa, o sea, con un ingente coste. En plena juventud, tras la muerte de Franco, el joven príncipe reclama un guión distinto al que se le había asignado y en el que todo quedaba "atado y bien atado", y convierte su historia y la de España en la más apasionante novela, como decía Vargas Llosa en el libro antes citado. Entre los posibles, si se me permite, me quedo con este último relato.

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