Es asombroso como el ensalzamiento y los méritos que algunos destacan para los suyos no tengan el mismo valor para el adversario cuando éste, incluso, pueda haberlos mejorado. Igualmente los denuestos, las protestas, los despreciables escraches -la actitud y el término son igualmente deleznables- se perpetran y se permiten por quienes los rechazan cuando van contra ellos o los silencian cuando les conviene. Es la habilidad que la izquierda tiene para viabilizar lo que critica a la torpe derecha para responder a sus provocaciones e injurias. Ese maximalismo, esa presunción a la hora de hegemonizar, patrimonializar o protagonizar ciertas causas a los que tan dados son los partidos de izquierda. Así se pueden oír cosas como "la derecha no sabe cómo funciona el artefacto del feminismo, no sabe cómo se abre", dicho por la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, tan propicia a la locuacidad equívoca y vacía como a la hipérbole improcedente. No sabíamos que el feminismo es un artefacto. ¡Cuidado, porque puede tener un significado inconveniente!

En época electoral es obsesivamente frecuente ese afán de muchos políticos de impartir pretenciosamente lecciones de política. Es el dichoso electoralismo para lo que sirve todo. Pero es curioso: cuando lo utilizan algunos, descaradamente, sin escrúpulos, desde el poder y por uso y abuso de él, muchos los aplauden, lo jalean o lo aceptan con servil mansedumbre. Cuando lo hacen otros lo critican, denuestan y emplean los más furibundos epítetos para reprocharlo despectivamente. En estos días contemplamos estas aviesas perspectivas, adornadas de inconcebibles propuestas, instrumentaciones de toda índole y falsedades manifiestas. Los corifeos mediáticos las utilizarán en la medida de sus respectivas tendencias o ideologías, lejos de la objetividad e imparcialidad que uno pide a los medios públicos y privados. En este debate electoral no se puede dar por bueno y por válido todo cuanto propone la presunta progresía.

Desgraciadamente esas son muchas de las referencias que influyen en el votante y provocan el llamado "voto emocional", que, visceral y compulsivamente, motiva a muchos electores. Una de ellas trae un signo amenazador que habla de sablazo. Que Sánchez, dicho así por lo llano, "quiere eliminar las deducciones a las familias en la reforma de IRPF". Y es que si no se pueden conseguir considerables sumas recaudatorias de los contribuyentes de grandes rentas, ya que no son tantos, siempre están las clases medias para rascarle los bolsillos. Como de costumbre. Entre tanto ahí están las propuestas alucinantes, las promesas imposibles, los cantos de sirena, las prisas para asfaltar calles, los arreglos frenéticos y apresurados de acerados, pintado de desconchones, cubrimiento de baches, rehabilitación de pasarelas, urgentes lavados de cara… Pregunten a los vecinos de la Avenida Costa de la Luz de nuestra capital…

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