La tribuna

Fernando Faces

Reestructuración bancaria: una prioridad

Transcurrido más de año y medio, la crisis financiera internacional sigue golpeando los balances y las cuentas de resultados de la banca de todo el mundo. Una vez pasada la primera fase, en la que los problemas fueron de liquidez, tras la quiebra de Lehman Brothers, vino una segunda en la que a los problemas de liquidez se sumaron los de solvencia. La respuesta coordinada y global de las autoridades monetarias y de los gobiernos de todo el mundo, inyectando liquidez sin límite, garantizando las emisiones bancarias y reforzando su solvencia con capital público ha evitado el colapso del Sistema Financiero Internacional, pero no ha logrado devolverlo a su normal funcionamiento.

Como ha afirmado el Fondo Monetario Internacional (FMI), hasta que no afloren todos los daños y minusvalías, ocultas dentro y fuera de los balances de las entidades financieras, y no se capitalicen, saneen y reestructuren los balances de los bancos, la crisis financiera continuará golpeando a la economía mundial. Esta situación se está traduciendo en una creciente restricción crediticia en los países desarrollados, especialmente en los países más endeudados, entre los que destacan España, Irlanda, el Reino Unido y Estados Unidos, entre otros.

Mientras tanto, la crisis se ha extendido a todos los países emergentes y preocupa especialmente la evolución de aquéllos con mayores déficits en sus balanzas en cuenta corriente (los más endeudados y dependientes de la financiación exterior) entre los que se encuentran los países del Este, en los que la banca europea tiene una fuerte implicación. Las últimas previsiones del FMI apuntan a un crecimiento mundial negativo. Las principales economías de la OCDE han entrado en recesión, y se teme que, como en otras recesiones, una nueva ola de proteccionismo comercial agrave la incipiente recesión mundial. Las previsiones del FMI vaticinan un incremento de cincuenta millones de parados en todo el mundo. España liderará la destrucción de empleo con una tasa de desempleo del 20% para el año 2010.

Es, por lo tanto, prematuro anunciar una salida inmediata de la crisis hasta que la salud bancaria no esté garantizada y, en este sentido, su saneamiento tiene prioridad sobre el resto de las políticas económicas. Como ha expuesto el FMI en un reciente informe, las crisis que tienen su origen o son acompañadas de una crisis bancaria son más duraderas y la salida no está garantizada hasta que los problemas bancarios queden resueltos. Resuelta la crisis bancaria e iniciada la recuperación de la economía, el desempleo puede continuar creciendo durante un año y medio más. Si la crisis bancaria no se afronta con prioridad y contundencia y al mismo tiempo los agentes económicos privados no reducen su endeudamiento, los planes de gasto público pueden carecer de eficacia y quedar atrapados en la trampa de la liquidez.

Desde este punto de vista los planes de reforma del sistema financiero y bancario internacional acordados en la cumbre de Londres son necesarios para crear confianza y garantizar la estabilidad financiera en el medio y largo plazo, pero no evitan que en el corto plazo haya que actuar con celeridad y eficacia en el saneamiento de los sistemas bancarios nacionales.

No cabe duda de que el sistema bancario español, por su solvencia, eficiencia, orientación minorista y alta tecnología ha sido un activo en esta crisis. No obstante, el alto desempleo y la destrucción de tejido productivo y la larga recesión que se prevé para nuestra economía hacen necesario que, cuanto antes, se ponga en marcha un plan de capitalización, saneamiento y reestructuración de cajas y bancos con capital público y privado, mediante fusiones y absorciones de las entidades financieras más débiles por las más fuertes. Esperamos que en el Debate sobre el estado de la Nación se nos anuncien los criterios de reestructuración del sector bancario español. Hasta que los problemas de solvencia no queden totalmente resueltos el crédito no fluirá a la economía real.

Nos enfrentamos a una de las crisis más globales, profundas y complejas de las últimas décadas. La salida de la crisis será lenta y provocará grandes transformaciones en el Sistema Financiero Internacional, así como en los sistemas de producción, distribución y en los mercados de todo el mundo. Dejamos atrás una era de excesos y abundancia e iniciamos otra de mayor eficiencia y austeridad en la que los agentes económicos deberán reducir su excesivo endeudamiento. Es un ajuste inevitable en un escenario económico mundial en el que se ha desplomado el valor de los activos, pero no el de los pasivos (endeudamiento). Somos menos ricos, pero más endeudados.

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