Reeducar

Años de carrera, de durísimas oposiciones y de ejercicio no han formado suficientamente, según ellas, a nuestros jueces

Está visto que los jueces españoles no quieren entrar por el aro. El aro del feminazismo que se ha adueñado de los políticos, de sus pensamientos y hasta de sus sueños. Decía Lenin que había que controlar los sueños de los esclavos del socialismo real, que era como él llamaba a su salvajada de millones de asesinados o por asesinar; carnicería que él empezó y su aventajado alumno Stalin llevó al paroxismo. A esto de controlar el pensamiento ajeno, hasta hacerlo exactamente como el de uno mismo, se le llama reeducar en la terminología marxista soviética. Claro está que todo es por las buenas o por las malas. Algo así pretenden no pocas aguerridas y aguerridos militantes del ultrafeminismo español; de momento van por las buenas. Cada vez que sale una sentencia que no es de su agrado montan el correspondiente pollo contra el juez o jueces que la firman. No hace falta ni leer esas sentencias. Les da igual. Lo que importa es si entran o no entran por el aro que ellas han diseñado. Les importa un comino que los fundamentos de las sentencias sean leyes democráticas, votadas por parlamentos democráticos. Los jueces tienen que firmar lo que ellas y ellos quieren que firmen. Y si no a reeducarlos, no lo ocultan.

De momento la palabra reeducar no la utilizan, son lo suficientemente inteligentes como para saber la enorme carga negativa del término. Hablan de formar. Hay que formar, dicen, a los jueces en violencia de género. Años y años de carrera, de durísimas oposiciones y de ejercicio de la profesión por los más diversos tribunales de la nación no han formado suficientemente, según ellas, a nuestros jueces. Les faltan unas clases de adoctrinamiento, perdón, de formación, por parte de las más destacadas analfabetas y analfabetos del movimiento. Ni que decir tiene que después de estas clases de formación volverán a los tribunales con una comisaria de género al lado que controlará las sentencias. Las resoluciones judiciales no se harán públicas hasta que la comisaria o comisario de género no les den el visto bueno. Imagino que, al menos, sabrán leer y escribir. No hace falta que sean juristas, no; lo único necesario es que metan al juez en cintura, que lo hagan pasar por el aro. ¿Y si el juez se resiste a este nuevo ordenamiento? La respuesta ya está inventada: lo declaramos psíquicamente incapaz y lo mandamos a clínicas especializadas en reeducación, granjas las llamaba el amigo de la humanidad Mao. Espero que la sociedad española reaccione, que media docena de políticos espabilen y vean hacía dónde nos lleva este delirio y todo, al fin, acabe en un mal sueño.

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